sábado, 16 de enero de 2016

APUNTES SOBRE LA DIGNIDAD HUMANA (PARTE III)


Darwin pensaba que entre las capacidades cerebrales de los animales y las humanas había solo una diferencia de grado, no de especie. Sin menoscabo de la veracidad e importancia indudable de la teoría de la evolución, la mencionada conclusión del inmenso científico británico es apresurada y empíricamente inverificable. Resulta desproporcionado comparar el trino de los pájaros o el canto de las ballenas, por más hermosos y misteriosos que puedan ser, con la oda a la alegría de Schiller incluida en el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven. No existe posibilidad alguna de que ningún animal pudiera alcanzar el nivel de desarrollo cerebral necesario para realizar una obra de arte, científica o filosófica como las creadas por el hombre. Así ha quedado demostrado con el limitado grado de evolución cerebral que han tenido especies como el delfín o el chimpancé durante los millones de años que tienen de vivir en la tierra. No hay un solo dato empírico que muestre la potencial evolución de un animal para convertirse en un ser dotado de inteligencia, libertad, voluntad e imaginación como la que dio origen al homo sapiens sapiens. En consecuencia, es evidente que entre la capacidad de raciocinio y de lenguaje del hombre y el resto de los animales no existe sólo una diferencia de grado, sino un abismo esencial que distingue al género humano de las demás especies.
     Hecha está distinción fundamental, es preciso defender los derechos de los animales establecidos en la Declaración Universal sobre la materia aprobada por la Unesco y la ONU hace 37 años, pero sin confundirla ni mezclarla con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Al mismo tiempo, sería conveniente equilibrar el dominio adquirido por la ciencia y la tecnología en el mundo contemporáneo con una buena dosis de filosofía, ética, bioética, ciencias sociales y arte. No olvidemos que el ser humano es un homo ethicus creador de cultura. Eso es lo que nos diferencia del resto de los animales.
     Como lo expresó Enrique Maza en su libro sobre el diablo, el hombre, no Dios ni Satanás, es el responsable del mal que existe en el mundo. Somos, al mismo tiempo, creadores y profanadores de la dignidad y los derechos humanos. En ejercicio de su libertad, el hombre también es productor de barbarie, en todas sus formas: violencia, tortura, represión, explotación, intolerancia, fundamentalismo religioso, racismo, depredación de la naturaleza. El hambre y la pobreza, la corrupción y la impunidad, también atentan contra la dignidad humana.
     "Puede que la etiqueta homo sapiens, excepto para unos cuantos, sea una jactancia infundada", escribe George Steiner en Poesía del pensamiento. Cierto, debemos ser merecedores de la dignidad humana.

SEMANARIO PROCESO 9 ENERO 2016
AUTOR: HÉCTOR TAJONAR 
       

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