¿Campo
minado?
El problema de la violencia
está tomando dimensiones inmanejables para la sociedad. Debemos detener la
violencia familiar.
¡Trabajemos juntos! Desde el
núcleo de nuestras propias familias.
Esperar a que se resuelva
milagrosamente es un acto inútil y egoísta.
La única manera de contribuir a
detenerla es tomando conciencia de la que cada uno genera en el hogar, en el
trabajo, en la calle y en la sociedad en general. Todos merecemos ser respetados y respetar a
los demás también.
Nuestra sociedad no puede
ser saludable en tanto haya padres y familias que niegan las crueldades
aplicadas a niños indefensos, abusos y humillaciones a los adolescentes, amenazas e insultos a las
mujeres y tratos despiadados a los
ancianos.
Es inevitable que quienes
reciben maltrato, poco a poco se les vaya mutilando el espíritu. Por otro lado,
señalar el problema no nos excluye de la responsabilidad de poner en práctica
auténticas soluciones.
¡Empecemos ahora!
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