FECHADA EN 1615, ESTE AÑO SE CELEBRAN CUATRO SIGLOS DE LA PUBLICACIÓN DE LA SEGUNDA PARTE DEL QUIJOTE. DIEZ AÑOS SEPARAN LA APARICIÓN DE LA PRIMERA Y LA SEGUNDA PARTE DE LA OBRA CUMBRE DE LA LITERATURA ESPAÑOLA.
Hace diez años el mundo hispánico celebró con justicia, pero asimismo con una solemnidad que poco tiene que ver con el aleccionador donaire y el ánimo ameno de la novela más importante de la lengua española, los cuatrocientos años de la publicación del Quijote, de Miguel de Cervantes. Hubo de todo: estudios nuevos y no tanto, reediciones de cualquier índole, coloquios, encuentros, ciclos, rutas por los caminos del sur (de Castilla, en La Mancha y lugares aledaños), presentaciones discográficas y fílmicas alusivas a la novela, bombo y platillo y un poco de alharaca de los dos lados del Atlántico: no en balde se trata de nuestra novela mayor, la única que podría codearse con la obra de Shakespeare, según los criterios caedizos del maestro Bloom.
Pero quizá olvidaron algunos que el Quijote es en realidad dos Quijotes, y si acaso tres, si consideramos la novela apócrifa con la que Alonso Fernández de Avellaneda, seudónimo de un vivales de la época, se adelantó en poco más de un año a la publicación de la segunda parte de la obra cervantina. Tal amnesia debió ser resarcida este año pero no ha sido así, pues aunque, en efecto, se ha escrito bastante sobre el segundo Quijote, tanto en el mundo académico como en el de los hombres libres, nunca se alcanzó la parafernálica cuota de celebraciones centenarias de hace una década. Esta nota quiere denunciar tal atropello a la lógica, pues Don Quijote de la Mancha es una novela en dos libros, el de 1605 y el de 1615, y aunque sería discutible afirmar que el segundo, en su exquisita y pródiga confección narrativa, supera al primero, lo sería menos reconocer que un Cervantes más maduro, de pluma más segura e irónica y de un más acabado sentido del humor, es el que escribió y publicó, apenas unos meses antes de morir, lo que podemos considerar una de las mejores segundas partes de la literatura mundial, una que deja muy mal parado al viejo adagio que desestima toda obra complementaria.
Autor: Enrique Héctor González
La Jornada Semanal. Domingo 22 de noviembre de 2015
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