El cuentista Edmundo Valadéz, autor de La muerte tiene permiso, saludó a José Trigo como el mayor acontecimiento literario de México y sostuvo siempre que si algún novelista merecía el Nobel en nuestro país, ese era Fernando del Paso; Juan Rulfo declaró: "José Trigo es la más formidable empresa que en el territorio idiomático se haya intentado en Hispanoamérica. Es una novela barroca, sí, pero como dice Carpentier: en América Latina si no somos barrocos no somos novelistas".
El gran crítico José Luis Martínez fue más cauto, pero alabó el tenso ejercicio verbal del escritor de 31 años, en ese entonces, y afirmó: "Del Paso ha elaborado una estructura formal cuya complejidad no tiene paralelo en la literatura mexicana". Soberbio, Fernando pasó por encima de las críticas buenas y malas con la suprema fortaleza que lo caracteriza. Ajeno a las mafias y a las capillas, tampoco pretendió hacerse amigo de críticos literarios o de escritores ya célebres. Para él, en México la gente se junta en gremios: zapateros, plateros, barrenderos. Y los escritores se reúnen para no sentirse tan solos. "A las personas a quienes quería que les gustara José Trigo, les gustó. Y eso me basta" - me dijo en aquella ocasión.
"Se que el libro es muy difícil y necesita la colaboración del lector, pero así me salió. No hice otro libro, hice José Trigo."
Autor: Elena Poniatowska
La Jornada. Viernes 13 de noviembre de 2015
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