El Quijote de 1615 no es mejor que el de 1605: enjuiciar comparativamente la calidad de ambos libros reviste a todas luces cierta insensatez, pues una valoración de este tipo, aparte de inútil y descabellada, precisaría de un examen muy detenido, exégesis que rebasa las posibilidades de esta nota. Ni siquiera los investigadores comparatistas perderían su tiempo en aventura así de inocua. Sin embargo, es evidente que el libro que este año cumple cuatro siglos resulta más elaborado pues, en buena medida, sus méritos se cifran en una paciente y provechosa tarea de recolección de virtudes y excesos de la primera parte para amalgamarlos en un texto aún más ambivalente, en una novela que incorpora, trasiega y trasciende los logros y las licencias de su antecedente para cohesionarlos en una obra más vasta y más libre, envalentonada como se presiente por el éxito indudable del Quijote anterior.
Autor: Enrique Héctor González
La Jornada Semanal. Domingo 22 de noviembre de 2015
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