lunes, 30 de noviembre de 2015

CEMENTERIO DE LENGUAS




Se dice que Estados Unidos es un cementerio de lenguas. La presencia del italiano en New York, del polaco en Chicago, del francés en Nueva Orleáns es un asunto del pasado. La dominancia del inglés se sobrepone indefectiblemente sobre las lenguas de los grupos de inmigrantes llegados en diferentes épocas y en diferentes lugares.
     Se supone que sucederá otro tanto con el español. Los hijos de inmigrantes hispano-latinos prefieren hablar en inglés entre ellos y sólo utilizan el español para comunicarse con sus padres e incluso lo hacen con reticencia. En la tercera generación el idioma originario de los abuelos se pierde irremisiblemente. Más aún, los de la segunda generación suelen manejar un lenguaje con vocabulario limitado, casero, y no suelen leer o escribir en español. Son muy pocos los que pueden dominar los dos idiomas en sus varias dimensiones: hablar, entender, leer y escribir. 
     Según el centro hispánico Pew, 95 por ciento de los latinos nacidos fuera de Estados Unidos hablan español en su casa, mientras los nacidos en Estados Unidos sólo lo hablan 60 por ciento. De manera concomitante 89 por ciento de los latinos nacidos en Estados Unidos hablan bien inglés.
     Es el flujo de inmigrantes latinos a lo largo de todo el siglo XX lo que ha dado presencia y difusión a la lengua española. Si este flujo se detiene, o se reduce significativamente, como parece estar sucediendo en el siglo XXI, la presencia del idioma español va a disminuir de manera paralela. Hoy día el crecimiento de la comunidad latina en Estados Unidos (54 millones) se da principalmente por la vía natural y no por la inmigración.
     No sólo se trata de la fuerza del idioma nativo que se impone sobre las otras lenguas, sino de la hegemonía que tiene el monolingüísmo en Estados Unidos. Se dice que el que habla inglés no necesita hablar otro idioma, el mundo entero se adapta a esta situación.
     A escala global se estima que 413 millones de personas tienen como lengua materna el español, concentrados geográficamente en América Latina y España. Pero sólo 15 millones hablan el español por haberlo aprendido, por lo general en un contexto bilingüe o fronterizo. No obstante, en las últimas décadas se ha incrementado notablemente el aprendizaje del español como lengua extranjera en las escuelas y universidades.
     Una decisión de política pública relevante es la que se hizo en Brasil en 1991 para el aprendizaje del español en las escuelas. Ese impulso inicial implicaba desafíos enormes, por la necesidad de formar o contratar a cerca de 200 mil maestros. De ahí que se empezara con la secundaria y en 2005, finalmente se instituyó como una materia obligatoria en todas las escuelas públicas y privadas. Fue el mercado, el Mercosur, el que finalmente inclinó la balanza y ahora en Brasil el español es más popular que el inglés, además de que es más fácil aprenderlo por la cercanía entre ambas lenguas. El impacto de esta política puede ser mayúsculo dada la dimensión poblacional de Brasil (200 millones), pero, sobre todo, por la dinámica de la migración intrarregional en Sudamérica. 
     Como quiera, el futuro del español se afianza en el continente americano con las políticas inclusivas de Brasil y por la presencia masiva de migrantes hispanohablantes en Estados Unidos. Si bien se reconoce la fuerza expansiva del inglés a escala mundial, también se reconoce la resistencia del español en varios contextos, donde se suponía que estaba predestinado a desaparecer.
     Quizá el ejemplo más relevante sea Puerto Rico, colonia estadounidense, que a lo largo de más de un siglo se ha resistido a utilizar el inglés como lengua franca. Para los puertorriqueños de la isla el español es un bastión cultural a defender y el idioma inglés no ha podido imponerse, como sí lo hizo en otros contextos coloniales (Filipinas y Hawai). Se dice que Puerto Rico no se va ha integrar como un estado más de Estados Unidos, precisamente porque sería incorporar a la población de un estado que mayoritaria y diariamente habla en español.
     El otro contexto de fuerte presencia del idioma español es Miami, donde primero los cubanos y los latinoamerícanos en general han desarrollado un mundo de negocios en español. Miami se ha transformado en los últimos 50 años al dejar de ser balneario de blancos retirados y pasar a ser una gran metrópolis global, que sirve como cabeza de puente para vincular a Estados Unidos con el Caribe y Latinoamérica. La banca, el comercio y las comunicaciones juegan un papel central, pero también se ha avanzado para situar a Miami como centro cultural, donde convergen artistas destacados en diversas disciplinas.
     Los Ángeles sigue siendo otro bastión latino relevante, aunque en las últimas décadas ha dejado de crecer. Mejor dicho, se ha expandido hacia los estados vecinos, muy especialmente a Nevada, Oregon y Washington que hoy en día tienen una presencia de latinos importante. No obstante, la dispresión de la ciudad, o más bien, de las ciudades que la conforman, diluye el impacto que podría tener el español y el bilingüismo.
     Nueva York y Chicago son otras dos metrópolis donde el español se escucha hablar en las calles y en los vagones del Metro y donde los latinos tienen alta representación. Latinos de diferentes nacionalidades viven en los mismos barrios y muchas veces comparten trabajos donde la lengua franca es el español.
     Es posible que la excepción a la regla del "cementerio de lenguas" sea el español. Por lo pronto han sido los inmigrantes, el comercio y los medios de comunicación los que han acrecentado y fortalecido la presencia del idioma de Cervantes en un país anglófono. Falta ver qué hacen los estados, especialmente México y España para difundir, preservar e incentivar el uso del español en Estados Unidos. No sólo se trata de un cultural, tiene profundas implicaciones políticas y económicas que hay que tomar en cuenta.

Autor: Jorge Durand
La Jornada. Domingo 29 de noviembre de 2015
    
      

EL QUIJOTE DE CERVANTES. El verdadero aniversario (Parte V)



El Quijote de 1615 no es mejor que el de 1605: enjuiciar comparativamente la calidad de ambos libros reviste a todas luces cierta insensatez, pues una valoración de este tipo, aparte de inútil y descabellada, precisaría de un examen muy detenido, exégesis que rebasa las posibilidades de esta nota. Ni siquiera los investigadores comparatistas perderían su tiempo en aventura así de inocua. Sin embargo, es evidente que el libro que este año cumple cuatro siglos resulta más elaborado pues, en buena medida, sus méritos se cifran en una paciente y provechosa tarea de recolección de virtudes y excesos de la primera parte para amalgamarlos en un texto aún más ambivalente, en una novela que incorpora, trasiega y trasciende los logros y las licencias de su antecedente para cohesionarlos en una obra más vasta y más libre, envalentonada como se presiente por el éxito indudable del Quijote anterior.

Autor: Enrique Héctor González
La Jornada Semanal. Domingo 22 de noviembre de 2015

sábado, 28 de noviembre de 2015

EL QUIJOTE DE CERVANTES. El verdadero aniversario (Parte VI)


La novela de Cervantes, según el célebre elogio de Américo Castro, es verdaderamente un "observatorio y fabrica de la realidad". Frente a la incesante propensión de la tecnología moderna a integrar la virtualidad en el mundo cotidiano, cuatrocientos años atrás Cervantes, con el solo imán de su insondable imaginación, consiguió ponerlo en jaque, hackear  hasta los escondrijos de sus mecanismos más recónditos y advertir cómo la idea de la realidad de un ente sobradamente más humano que muchos de quienes habitan este planeta de siete mil millones de almas, es más poderosa que la realidad en sí misma, concepto éste, el de "realidad", que solo entre comillas puede tener algún significado, según lo apuntó alguna vez Vladimir Nobok. 
     El sentido de la amistad, cocinado a través de las numerosas y diversas conversaciones que establecen don Quijote y Sancho a lo largo del libro -tan festejadas por Giovanni Papini-, asume sus más celebradas notas en la novela de 1615, pues es en esta parte donde, gozando de una autonomía que lo lleva incluso a ser gobernador de una aldea de "hasta mil vecinos" -que él asume como la "insulsa" largamente prometida por su amo-, el escudero se separa del caballero para seguir su sino propio. Es cierto: en la primera parte lo había hecho ya, pero sólo por muy poco tiempo y con el encargo de llevar una carta a Dulcinea. En esta segunda, en cambio, Sancho abandona a don Quijote para asumir el cargo que los intrigantes duques le han endilgado, y aunque por azares de su afán de burla los propios aristócratas ociosos dan al traste con tan agobiante gobierno, el hecho es que ambos personajes entienden que la separación puede ser larga o definitiva y la novela entonces va de uno a otro, alternando capítulos, sin que se inhiba en lo mínimo el apego del escudero, que recuerda constantemente los consejos que don Quijote le ha dado para su tarea ejecutiva.
     En el Quijote de 1615, además, se consolido el recurso del narrador inventado, propio de las novelas de caballería, para constituirse en un verdadero sistema de enunciación y recreación que ninguna novela de época había alcanzado, y aun es posible que no se haya conseguido después con tal destreza. Como sucede en algunas de las historias de entretenimiento caballeresco que le sirvieron de modelo, Cervantes se inventa, en el capitulo IX de la primera parte, justo después del conocidísimo y sobrevalorado episodio de los molinos de viento, uno que es mucho más trascendente: el que tiene que ver con la salida a escena de Cide Hamete Benengeli, supuesto narrador arábigo que escribió los manuscritos que hablan de las hazañas del protagonista. Nada se había dicho al respecto, y al desconcierto del lector se suma el hallazgo casi inmediato de unos "cartapacios" que continúan la historia precisamente donde se había detenido: en la lucha, espadas en alto, de don Quijote con un aguerrido vizcaíno. Narrativamente la obra se complica aún más cuando se nos advierte que el texto encontrado está en árabe y que hará su traducción un joven "morisco aljamiado" aparecido por ahí de manera asimismo azarosa.
     La novela acumulará, a partir de este momento, numerosas referencias a Benengeli, y algunas a su poco confiable traductor, en un juego que, en la segunda parte, hará del texto el espacio de una curiosa, inquietante transubstanciación narrativa con la integración al escenario lúdico de otros dos elementos: la constante alusión al Quijote apócrifo de Avellaneda (que se transforma, hacia el final del libro, en una verdadera incorporación del texto falso y de alguno de sus personajes, que dialoga en la propia novela con los de Cervantes) y una información que, desde el inicio del texto de 1615, les provee a Sancho y a don Quijote u paisano de la La Mancha: la de que sus aventuras aparecen referidas en una famosa novela escrita y publicada por un árabe de apellido Benengelli, esto es, el intranarrador del Quijote de 1615.
     La conciencia de ser personajes de ficción que adquieren entonces Sancho y don Quijote multiplica y consolida no sólo sus aventuras de la segunda parte sino su noción ontológica misma. Si ya desde la primera la delirante arrogancia del protagonista lo hizo subrayar alguna vez, frente a la objeción de cierto interlocutor, el famoso "Yo se quien soy" que, según Fernando Vallejo, la diferencia plenamente del dubitativo "To be or no to be" de su contemporáneo Hamlet, ahora, en la segunda parte, el delirio se vuelve locura inédita y razón de ser y motivo de angustia y argumento eficiente y despeñadero del espíritu para un hombre que, recordemos, se ha construido a sí mismo desde la primera página de la historia y ha contagiado y contaminado feliz o infelizmente a todo el mundo con su renuncia a ser un triste hidalgo, Alonso Quijano, para convertirse en nada menos que don Quijote de La Mancha, el personaje literario mejor construido de la literatura mundial.

Autor: Enrique Héctor González
La Jornada Semanal. Domingo 22 de noviembre de 2015

EL QUIJOTE DE CERVANTES. El verdadero aniversario (Parte III)


La ambivalencia, que es la naturaleza propia de la creación cervantina, alcanza en la segunda parte notas de hipertrofia delirante, casi paroxística en muchos capítulos, en particular los que tienen que ver con los duques, que en conjunto rebasan la tercera parte del volumen. El "entreverado loco lleno de lúcidos intervalos" que es el protagonista a juicio del joven poeta Lorenzo de Miranda, personaje de esta segunda parte, quizá pierda algunas notas de su personalidad disparatada de 1605 pero sólo para ganar una locura más honda y melancólica, fatalista si se quiere, y de hecho cargada de matices contradictorios que la perfilan con mayor nitidez.
     Quizá el momento donde se advierte más claramente el desencanto de don Quijote no ocurre cuando es vencido por el caballero de la Blanca Luna ni cuando, en lecho de muerte, trata de convencer a Sancho de que ya es hombre cuerdo y que lo disculpe por haberlo embarcado en tanta desastrosa empresa, sino cuando, cerca de la mitad de este Quijote de 1615, se da cuenta de que la "canalla malvada" de algunos molineros lo ha rescatado de morir en unas grandes aceñas, e incluso le reclama el destrozo de un barco y el apuro en que los ha metido: "Dios lo remedie", dice don Quijote, "que todo este mundo es máquinas y trazas, contrarias unas de otras. Yo no puedo más. "Cansado más del alma que del cuerpo, fatigado porque nadie advierte que quien realmente se precipita Ebro abajo es el sentido del mundo y no la barca en que viaja con Sancho, el protagonista de la novela se derrumba internamente sólo para seguir adelante, con su habitual y desaforada ciclotimia, en el capitulo siguiente.
     Este don Quijote de la segunda parte nos parece, pues, como un ser mucho más elaborado y desconcertante, uno que lo mismo puede descender a la cueva de Montesinos y alegar que vio ahí a Dulcinea encantada "pasando la charola", como decimos en México (esto es, solicitando dinero a su enamorado a través de una criada), pues, "esta que llama necesidad a donde quiera que se usa, y por todo se estiende, y a todos alcanza, y aun hasta a los encantados no perdona", que el personaje capaz de proferir, contra personas soeces o librescas, vastos denuestos de malas traducciones tanto de los libros como de la realidad.

Autor: Enrique Héctor González
La Jornada Semanal. Domingo 22 de noviembre de 2015    

viernes, 27 de noviembre de 2015

EL QUIJOTE DE CERVANTES. El verdadero aniversario (Parte II)


Si el Quijote de 1605 se publicó en los primeros días de ese año, fue en los últimos meses de 1615 que apareció la segunda parte de la historia del ingenioso caballero (la aprobación oficial para su impresión es del 5 de noviembre). Mucho se dice que Cervantes la escribió para desmentir y vituperar el falso Quijote del año anterior, el de Avellaneda, pero la cierto es que ya tenía escrita casi toda la novela cuando se enteró del texto apócrifo y acaso lo único que hizo fue apresurar el parto. De capítulos en términos generales más breves pero más numerosos que los de la primera parte (que alcanza 52, mientras son 74 los de la segunda), la novela, que está cumpliendo por estas fechas cuatrocientos años de publicada, asume ciertos rasgos -y riesgos- que hablan de una lección literaria aprendida. Si bien Cervantes corrige algunos detalles señalados por la crítica respecto del libro de 1605 (ya no interpola tan amplia e inopinadamente historias paralelas al asunto central, aunque no deja de escaparse a menudo en sabrosísimas digresiones narrativas), tiende a jugar más bien con ellos, a incorporar sus desaciertos en la ensalada del nuevo Quijote para dimensionarlos como lo que eran y son: descuidos de alguna monta, es cierto, pero también materia literaria en sí misma, provechosos desajustes de los que sabe sacar partido con generosos talante y gran talento. El equívoco nombre de la esposa de Sancho, que es mencionada en la obra de cuatro o cinco maneras distintas; la socarrona alusión al extravío de su asno, reaparecido inesperadamente capítulos más tarde, en el mismo Quijote de 1605; las numerosas redundancias sintácticas ("apartándose aparte", "desvalijando la valija"), son equívocos que en absoluto menoscaban sino subrayan y aun enaltecen su genialidad, pues sirven para caracterizar a los personajes y dar fe de la poderosísima inserción del libro en los movedizos terrenos del habla coloquial y el lenguaje diario, donde los dislates se multiplican sin escandalo alguno. 

Autor: Enrique Héctor González
La Jornada Semanal. Domingo 22 de noviembre de 2015

EL QUIJOTE DE CERVANTES el verdadero aniversario (Parte I).

FECHADA EN 1615, ESTE AÑO SE CELEBRAN CUATRO SIGLOS DE LA PUBLICACIÓN DE LA SEGUNDA PARTE DEL QUIJOTE. DIEZ AÑOS SEPARAN LA APARICIÓN DE LA PRIMERA Y LA SEGUNDA PARTE DE LA OBRA CUMBRE DE LA LITERATURA ESPAÑOLA.



Hace diez años el mundo hispánico celebró con justicia, pero asimismo con una solemnidad que poco tiene que ver con el aleccionador donaire y el ánimo ameno de la novela más importante de la lengua española, los cuatrocientos años de la publicación del Quijote, de Miguel de Cervantes. Hubo de todo: estudios nuevos y no tanto, reediciones de cualquier índole, coloquios, encuentros, ciclos, rutas por los caminos del sur (de Castilla, en La Mancha y lugares aledaños), presentaciones discográficas y fílmicas alusivas a la novela, bombo y platillo y un poco de alharaca de los dos lados del Atlántico: no en balde se trata de nuestra novela mayor, la única que podría codearse con la obra de Shakespeare, según los criterios caedizos del maestro Bloom.
     Pero quizá olvidaron algunos que el Quijote es en realidad dos Quijotes, y si acaso tres, si consideramos la novela apócrifa con la que Alonso Fernández de Avellaneda, seudónimo de un vivales de la época, se adelantó en poco más de un año a la publicación de la segunda parte de la obra cervantina. Tal amnesia debió ser resarcida este año pero no ha sido así, pues aunque, en efecto, se ha escrito bastante sobre el segundo Quijote, tanto en el mundo académico como en el de los hombres libres, nunca se alcanzó la parafernálica cuota de celebraciones centenarias de hace una década. Esta nota quiere denunciar tal atropello a la lógica, pues Don Quijote de la Mancha es una novela en dos libros, el de 1605 y el de 1615, y aunque sería discutible afirmar que el segundo, en su exquisita y pródiga confección narrativa, supera al primero, lo sería menos reconocer que un Cervantes más maduro, de pluma más segura e irónica y de un más acabado sentido del humor, es el que escribió y publicó, apenas unos meses antes de morir, lo que podemos considerar una de las mejores segundas partes de la literatura mundial, una que deja muy mal parado al viejo adagio que desestima toda obra complementaria.

Autor: Enrique Héctor González
La Jornada Semanal. Domingo 22 de noviembre de 2015

martes, 24 de noviembre de 2015

Premio Cervantes 2015, una fiesta para México y para La Jornada (Parte III)



Cuando pienso en Fernando del Paso me invade un sentimiento de asombro y de admiración; sus novelas están infinitamente documentadas, pulidas, trabajadas, cinceladas, re-escritas, intencionadas y a la vez libres porque él no le hace una sola concesión al lector. Tampoco se la hace a los sucesivos gobiernos que nos han asolado con su incapacidad y su corrupción.
     Después del monumental Palinuro de México, estudiante de medicina que termina muriéndose en 1968, Noticias del Imperio fue una fiesta no sólo para Fernando, sino para nosotros. Maximiliano y Carlota me llevaron de la mano del castillo de Miramar en Trieste al de Chapultepec pasando por todos los castillos que Fernando dibuja con esmerada obsesión. "Probablemente seas una de las pocas personas que conozca el Castillo de Miramar en Trieste" -me dijo Fernando-. Junto con otros visitantes pasé de la recámara nupcial de baldaquino de terciopelo rojo al pequeño salón fumador decorado a la oriental siguiendo la moda de la época y durante el recorrido me acompaño Fernando del Paso en el pensamiento y descubrí que la biblioteca le rinde homenaje al liberalismo de Maximiliano, ya que los cuatro bustos de mármol que la presiden son de Dante, Shakespeare, Homero y Goethe. Pude comprobar que los libreros imperiales contienen obras de otros pensadores igualmente liberales.
     Fernando del Paso es posiblemente el más extraordinario de los escritores mexicanos. Autor de novelas de primera, se ha distinguido por su erudición y su don de investigador: nada deja al azar, nada a la Divina Providencia.
     Toda su obra está infinitamente documentada y si los editores no se las arrebataran, estaría probablemente investigando el día de hoy, acompañado por su admirable Socorro, su mujer de sol y de sombra, su escudera que lo acompaña de día y de noche, su mujer de todas la alegrías y de todos los infortunios.

Autor: Elena Poniatowska
La Jornada. Viernes 13 de noviembre de 2015  

Premio Cervantes 2015, una fiesta para México y para La Jornada (Parte II)



El cuentista Edmundo Valadéz, autor de La muerte tiene permiso, saludó a José Trigo como el mayor acontecimiento literario de México y sostuvo siempre que si algún novelista merecía el Nobel en nuestro país, ese era Fernando del Paso; Juan Rulfo declaró: "José Trigo es la más formidable empresa que en el territorio idiomático se haya intentado en Hispanoamérica. Es una novela barroca, sí, pero como dice Carpentier: en América Latina si no somos barrocos no somos novelistas".
     El gran crítico José Luis Martínez fue más cauto, pero alabó el tenso ejercicio verbal del escritor de 31 años, en ese entonces, y afirmó: "Del Paso ha elaborado una estructura formal cuya complejidad no tiene paralelo en la literatura mexicana".  Soberbio, Fernando pasó por encima de las críticas buenas y malas con la suprema fortaleza que lo caracteriza. Ajeno a las mafias y a las capillas, tampoco pretendió hacerse amigo de críticos literarios o de escritores ya célebres. Para él, en México la gente se junta en gremios: zapateros, plateros, barrenderos. Y los escritores se reúnen para no sentirse tan solos. "A las personas a quienes quería que les gustara José Trigo, les gustó. Y eso me basta" - me dijo en aquella ocasión.
     "Se que el libro es muy difícil y necesita la colaboración del lector, pero así me salió. No hice otro libro, hice José Trigo."

Autor: Elena Poniatowska
La Jornada. Viernes 13 de noviembre de 2015   

lunes, 23 de noviembre de 2015

Premio Cervantes 2015, una fiesta para México y La Jornada (Parte I)



Cuando al gran editor argentino Arnaldo Orfila, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz decidió quitarle la dirección del Fondo de Cultura Económica por publicar Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, en 1966, muchos intelectuales, entre otros don Jesús Silva-Herzog, Guillermo Haro, Fernando Canales y Fernando Benítez decidieron crear una nueva editorial Siglo XXI.
     El primer libro que salió a la luz e inicio la colección de literatura fue José Trigo, de Fernando del Paso, joven dedicado a la publicidad, quien ese mismo año ganó el Premio Xavier Villaurrutia, que todos codiciamos por ser un galardón de escritores para escritores.
   Hoy, jueves 12 de noviembre, la noticia del Premio Cervantes a Fernando del Paso es un rayo de sol.
     Saber que él ahora lo recibirá es un regalo personal, una fiesta para La Jornada y otra para México. ¿Cómo se vestirá para recibir el Premio? ¿De verde pistache o de rosa mexicano? Porque no es sólo cómo escribe sino cómo se viste.
     Sobrino nieto de Francisco del Paso y Troncoso, Fernando del Paso es un artesano de sí mismo, un pintor de paisajes interiores, un coleccionista de estados de ánimo que son los de todos, un joyero que engarza gemas y nos hace un regalo suntuoso y totalmente inesperado.
     En 1965 lo entrevisté y me dijo: "Un día pasé por Nonoalco en camión, quise hacer un cuento porque vi a un hombre cargando sobre el hombro un pequeño ataúd y lo seguí. Escribo según la inspiración. Fíjate que el tercer capítulo de José Trigo nació prácticamente de esa visión, meramente plástica; pasé un día por Nonoalco-Tlatelolco en un camión y vi esos campamentos a lo lejos y me gustaron muchísimo y un día fui especialmente a caminar por allí, observé los vagones transformados en casas con las macetas de geranios colgando, las cortinitas que les ponen, los tendederos de ropa de uno a otro vagón y me gustó muchísimo, ¡es tan plástico todo eso! y eché a andar; vi a un ferrocarrilero con una cajita blanca en el hombro y atrás una mujer que cortaba esos enormes girasoles que crecen en los baldíos y de esta imagen nació José Trigo, mi primera novela. Después iba los sábados a tomar notas y apuntes y escribí un texto que se fue haciendo inmenso y abarcó 536 páginas escritas a lo largo de siete años".

Autor: Elena Poniatowska
La Jornada. Viernes 13 de noviembre de 2015 

      

sábado, 21 de noviembre de 2015

Fernando del Paso, Premio Cervantes 2015



MADRID. VIERNES 13 DE NOVIEMBRE DE 2015 

A sus 80 años y con una obra literaria celebrada en México y el mundo, Fernando del Paso (DF, 1935) fue reconocido ayer con el Premio Cervantes de Literatura 2015, con lo que se convierte en el sexto mexicano en pertenecer a la selecta lista de personas con este reconocimiento, considerado el Nobel de las letras en español.

     Del Paso es una de las voces más relevantes de la literatura mexicana del siglo XX y autor de novelas esenciales de la tradición literaria mexicana, como Palinuro de México, José Trigo y Noticias de un Imperio.

     Este  año se cumplió de nuevo la regla no escrita de que el Premio Cervantes se alterna entre un español y un autor originario de un país de América Latina.

     En 2014 se premió la voz crítica y la heterodoxia narrativa de Juan Goytisolo, catalán afincado en Marruecos, quien mantiene una relación áspera y distante con su país natal, España, y con las "camarillas literarias" que durante décadas lo han vilipendiado.

     Este año el jurado votó hasta en tres ocasiones para llegar a un acuerdo, después de que se presentaron decenas de candidaturas de autores, todos con méritos para obtener el premio. 

     Del Paso compitió con autores como Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez, Ida Vitale y Fina García Marruz.

     Finalmente, Del Paso fue elegido por el conjunto de su obra, que prácticamente abarca todos los géneros: novela, cuento, poesía, ensayo y teatro.

     En el acta del jurado, que fue leída por Íñigo Méndez de Vigo, titular del Ministerio español de Educación y Cultura, se explicó que se otorgó el premio a Del Paso "por su aportación al desarrollo de la novela, aunando tradición y modernidad, como hizo Cervantes en su momento. Sus novelas llenas de riesgos recrean episodios fundamentales de la historia de México haciéndolos fundamentales"

     Del Paso se suma a los escritores mexicanos reconocidos con el Premio Cervantes: Octavio Paz (1981), Carlos Fuentes (1987), Sergio Pitol (2005), José Emilio Pacheco (2009) y Elena Poniatowska  (2013).

     Los nombres que figuran en la lista de los galardonados es muestra de la mejor literatura de la décadas recientes en nuestro idioma, con autores como Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Camilo José Cela, Rafael Alberti, Luis Rosales, María Zambrano, Adolfo Bioy Casares y Álvaro Mutis, entre otros.

     Del Paso, quien ha sido diplomático, académico, locutor de radio, dibujante, infatigable lector e intelectual crítico con las injusticias y las atrocidades que se han perpetrado en México en los años recientes, como hizo a raíz de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa o en su día con los crímenes contra los indígenas de Chiapas.

Autor: Armando G. Tejeda. Corresponsal Madrid
Fuente: La Jornada viernes 13 de noviembre de 1015