miércoles, 2 de diciembre de 2015

Vila-Matas y la evolución de las obsesiones (Parte 1)


Antes de ser escritor, que es como decir antes de convertirse en el autor célebre, reconocido, multipremiado y bastante leído que ha sido desde siempre, Enrique Vila-Matas fue actor, cineasta y crítico de cine: la prueba está en el puñado de filmes catalanes donde interpretó algún papel pero que pocos conocen debido, para empezar, a que dichos filmes permanecieron censurados durante la dictadura franquista; también, está en los cortometrajes, titulados Todos los jóvenes tristes y Fin de verano, que dirigió en 1970, cuando apenas contaba con veintidós años; así como en los textos que publicó en las revistas Destino y Bocaccio, de su natal Barcelona. 
     Sin embargo, y como es de todos conocido, no es el cine aquello a lo que el hoy vigesimoquinto receptor del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances dedicó su notable talento para exponer ideas y contar historias: la prueba son los alrededor de cuarenta libros de su autoría que le han hecho ocupar, desde hace años, un sitio preponderante en la literatura de habla hispana, condición que se volvió del conocimiento generalizado sobre todo desde la aparición de El mal de montano, con el que obtuvo el vigésimo Premio Herralde de Novela, en 2002.
     No obstante, fue al menos un par de años antes, al inicio del presente siglo, cuando Vila-Matas publicó la novela por la que muchos reconocieron en él un referente insoslayable: Bartleby y compañia, también publicado por la editorial Anagrama. Antes de esté, el también autor de Doctor Pasavento y Dietario voluble ya había dado a la imprenta casi una veintena de títulos, entre narrativa y ensayo, en virtud de los cuales gozaba de un prestigio cuya localía no era correspondiente con la verdadera estatura literaria de Vila-Matas.
     Es el propio autor quien ubica con precisión el momento y la obra en que cobró perfil por vez primera eso que, para muchos, es lo que mejor define su escritura: la conjunción indisoluble entre ficción y ensayo -o ficción y realidad, como prefieren decir otros-, que se volvió condición absoluta en él, data de hace exactamente tres décadas, cuando en 1985 publicó su Historia abreviada de la literatura portátil, breve y condensadísimo volumen de apenas ciento veintidós páginas -se habla de la edición en Compactos, de Anagrama-, compuesto por un prólogo y diez entradas, en los que da cuerpo a la nueva y contemporánea "conspiración shandy" y que, como saben quienes han leído esta deliciosa Historia abreviada..., es mucho más feliz pretexto literario y alcanza las dimensiones de postura  o credo poético. No sin razón, con más o menos énfasis analistas y críticos literarios de todas partes han señalado que, con este volumen inicialmente mal acogido, Vila-Matas le extendió un certificado de defunción a cierta novelística y cierta narrativa que, sobre todo en su país natal, no terminaba de dar sus estertores de acartonamiento y ortodoxia con los que proclamaba su vocación, irrenunciablemente suicida, a mirar el futuro con la nuca.

Autor: Julio Cesar Márquez
La Jornada Semanal. Domingo 29 de noviembre de 2015 

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