(SÍNTESIS)
En la Historia de las cosas
de la Nueva España, Sahagún dice en el prólogo que su prelado mayor le mandó
escribirla, fue Fr. Francisco de Toral. En la terminación del libro sexto
escribe que fue traducido en lengua española después de treinta años que se
escribió en lengua mexicana, en el año de 1577.
Podemos optar por una
distinción de obras: un provincial le manda en 1547 que haga la obra. Otro
provincial le manda en 1577 que la termine y modifique. El provincial de 1547
le manda que la escriba en lengua mexicana, el de 1557 le manda que lo escrito
en mexicano, no por él, sino por los indios a su dirección y vigilancia, sea
traducido al castellano. Sin embargo, de quien haya venido el mandato, la obra
queda a responsabilidad del P. Sahagún.
Debe destacarse a Sahagún
entre los mejores obreros de la fundación de la cultura en México. Sahagún
encontró en el gran naturalista romano, Plinio, la inspiración y la idea
fundamental de su obra; la cual tiene un esquema muy similar al de Plinio:
Libro I: De los dioses. II: Calendario y fiestas, con apéndices referentes a
asuntos culturales, III: Origen de los dioses. IV: Astrología. V: Agüeros y
pronósticos. VI: Retórica, filosofía y teología. VII: Cosas naturales (sol,
luna, estrellas, etc.). VIII: Historia, política y vida social. IX: Vida
económica. X: Vida doméstica y descripción de la intimidad social de cada día.
Enfermedades del hombre y su remedio. Lo que pensaba acerca del origen y
desarrollo de los diversos pueblos. XI: Historia natural: zoología, botánica,
mineralogía, etc.
La parte personal de
Sahagún, para hacer la distribución de materiales, para allegar éstos y para
poner en castellano todo que en que ellos halló recogido. Le vino como impulso
y mandato, de sus superiores, Toral, en parte; en parte, a lo que parece, el
gran Motolinía. La idea nuclear de la obra procede de sus estudios salmantinos
de los clásicos, en primer término., de Plinio el Mayor, cuya Historia Natural
sigue de cerca, en lo que toca al plan y disposición de informaciones. En todo
el intento de escribir y en la obra de ejecutar, el influjo de Olmos parece
seguro.
Si es admirable el plan de
Sahagún, la ejecución sobrepasa toda ponderación. A la riqueza de información
recogida debe agregarse la forma en que se recogió, hizo que los indios
escribieran la historia de su propia cultura y, allegando todos los materiales
posibles para la refundición que él iba a hacer en castellano, les dio ocasión
de guardar el tesoro de su propia lengua y pensamiento.
Por muy perito que fuera
Sahagún veinte años después de su residencia en el país, en la lengua y la
comprensión de los indios, no se fio a su propio juicio: quiso aprovechar a los
primeros incorporados de lleno a la cultura de occidente. Como auxiliares y
redactores tuvo a cuatro latinos, a los cuales, cuatro años antes había
enseñado él la gramática. Con estos principales y gramáticos, se unió al saber
de los antiguos la avizorada inquietud de los jóvenes. La mirada de Sahagún
presidía todo aquel trabajo.
La historia Natural
redactada en Náhuatl por los indios bajo un cuestionario que puede
reconstruirse dista en muchos casos de ser una pura respuesta informativa. A
veces la imaginación del indio informante se deja llevar de su calor natural y
traza descripciones que honraran cualquier literatura. Tiene el don de captar
el pormenor ilustrativo y, ayudado de aquella lengua plática, expresiva y
sumamente maleable, deja bellos cuadros que poco pierden aún trasladados a otra
lengua, sin la ingenuidad y desenfado del original.
La obra de este benemérito
franciscano queda como uno de los más estimables documentos, bajo cualquier
aspecto que se quiera ver. Una forma científica para el conocimiento de un
pueblo es que el mismo pueblo hable de todo lo suyo en su propia lengua y con
su propio estilo. Este genial concepto fue el que hace cuatro siglos animaba la
mente u movía la mano de aquel religioso, cuya vocación no era la de escritor
literario, ni indagador científico, sino la de mensajero del Evangelio.
Sahagún dejó la enciclopedia
de los conocimientos sobre los pueblos del habla náhuatl, que será mina por
muchos siglos de nuestra información etnográfica e histórica. Pero hizo mucho
más: enseñó a escribir a los indios en su propia lengua con cuidadoso
atildamiento, sin quitarles el modo propio de la expresión narrativa, y al
abarcar todo el ámbito de la realidad mexicana, plasmó también una enciclopedia
de escritos literarios en lengua náhuatl, que sigue pidiendo a voces un estudio
minucioso y aquilatante de su valor no igualado por nadie.
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