Popol Vuh (de
Popol, comunidad, consejo, y Vuh, libro; Libro del Consejo o Libro de
la Comunidad), es un documento dónde se conservan la explicación de la creación
del mundo e historia de los mayas quichés, oriundos del centro de Guatemala. Si
bien el origen de estas cosmogonías e historias se remontan a la época
prehispánica, el manuscrito que conocemos y que recopiló el fraile dominico Francisco
Ximénez, en el poblado de Santo Tomás Chuilá (hoy Chichicastenango), data de
1715, y si bien se han conjeturado hipótesis de un manuscrito anterior
redactado a mediados del siglo XVI por un indígena llamado Diego Reynoso o
Reinoso, sólo se conoce la recopilación y traducción de Francisco Ximénez del
original que él tuvo en sus manos. El manuscrito
tiene el texto de corrido sin capitulación, la división actual de la obra se la
debemos al abad Brasseur de Bourbourg, quién dividió el manuscrito en los
capítulos con los que actualmente se divide la obra, basándose en el contenido
narrativo del texto, identificó las partes de la siguiente manera (el argumento
principal se presentará por capítulo) con la siguiente la división:
I. La
creación del mundo y los primeros intentos de hacer a los seres humanos.
En este apartado se menciona como antes de la creación del mundo sólo existían
las aguas en reposo, hasta que los dioses hablaron entre sí en la noche, y
meditando, decidieron crear la tierra, el día, los árboles, los ríos, las
montañas y los bosques, así como a los animales grandes y pequeños, crearon
todas estas cosas para que habitaran los hombres, y crearon a los hombres para
que estos adoraran y dieran de comer a los dioses. Hubo varios intentos de
creación de los hombres, el primer intento fue hecho con lodo, pero estos no
podían alimentar a los dioses, y su carne era blanda y se deshacía con el agua,
así que desbarataron y deshicieron su obra, y decidieron crear una nueva forma
de hombres. El segundo intento de creación de los hombres se hizo de madera,
pero estos se olvidaron de adorar y dar de comer a sus Progenitores, por lo que
los dioses los castigaron, haciendo que los animales y sus utensilios los atacaran,
además los dioses hicieron llover y se produjo una inundación; los
sobrevivientes de estos hombres de palo fueron los monos. La narración continúa
con la historia de Vucub-Caquix y sus hijos Zipacná y Cabracán, quienes
ensoberbecidos, se querían adjudicar la creación y ser el sol y la luna, de las
montañas y terremotos. Esto no les parece bien a Humahpú e Ixbalanqué, quienes
tras varias tretas, logran derrotarlos.
II.Las aventuras
mitológicas de los dioses gemelos Humahpú e Ixbalanqué.
Si bien desde los últimos capítulos de la primera parte ya se habla de las
aventuras de estos gemelos, no es hasta la segunda parte donde se habla sobre
sus antepasados y andanzas, de los que son sin duda, los grandes héroes del Popol Vuh. Se narra el viaje y muerte de
Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú por los señores del Xibalbá, y como sus cabezas fueron
puestas en un árbol y como se convirtieron en un frutos. Una princesa virgen llamada
Ixquic escucho la historia de Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú, y quiso ir a ver el
árbol, dónde encontró el cráneo de Hun-Hunahpú. Después de proclamarle un
discurso sobre sobre la descendencia, Ixquic extiende la mano derecha hacia la
calavera, donde esta le escupe, quedando embarazada de Hunahpú e Ixbalanqué. El
padre de Ixquic, Chuchumaquic, la repudia y la manda sacrificar, pero gracias a
una treta, la joven logra escapar a la tierra y engañar a los señores del
Xibalbá. Ixquic llega con Ixmucané, madre de Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú, y
otros hijos de estos, llamados Hunbatz y Hunchouén. Tras ponerla a prueba, la
anciana se convence que en el vientre de Ixquic lleva a sus nietos. Los gemelos
eran maltratados por su abuela y sus hermanos mayores, tras un engaño, Hunahpú
e Ixbalanqué lograron convertir a Hunbatz y Hunchouén en monos. Después de un
episodio en la milpa y en el bosque, un ratón les revela a los gemelos su
ascendencia, y les índica dónde están los implementos del juego de pelota de
sus padres, al jugar a la pelota, los señores del Xibalbá se molestan por el
ruido que hacen, y manda llamar a los gemelos al inframundo.
III. Origen
del pueblo quiché. Al principio de esta parte, se continúa
la narración sobre la creación del hombre, antes de la aparición del sol y de
la luna. De nuevo en consejo, los dioses Progenitores deciden hacer nuevos
hombres, esta vez sus carnes fueron hechas con maíz. Estos cuatro hombres
creados, llamados Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, y sus
mujeres se llamaron Cahá-Paluna, Chomihá, Tzununihá y Caquixahá, fueron dotados
de inteligencia, lenguaje, caminaba, veían, resultaron ser muy hermosos. Podían
ver todo lo existente y la bóveda celeste, eran muy sabios, y podían andar sin
cansarse, esto no fue del agrado de los dioses Progenitores, quienes le echaron
vaho en los ojos para que sólo pudieran ver las cosas cercanas. De estas cuatro
parejas, descienden los quichés y todos los demás pueblos, quienes esperaron el
amanecer del sol y que los dioses les dieran ídolos que los protegieran y para
adorarlos. Así, los primeros hombres con su descendencia, deciden ir al
Oriente, a una gran ciudad llamada con los nombres de Tulán-Zuivá, Vucub-Pec,
Vucub-Ziván. En este lugar reciben a sus dioses Tohil, Avilix y Hacavitz, y los
hombres cambian de lengua, unos regresa a la tierra de los quichés, otros
viajan al Oriente de la ciudad. Tohil les dio el fuego sólo a los quichés, los
demás pueblos tuvieron que subyugarse a los primeros, salvo los cakchiqueles,
quienes robaron el fuego. Esto fue el casus
belli para que Tohil y sus sacerdotes, es decir, Balam-Quitzé, Balam-Acab,
Mahucutah e Iqui-Balam, tomaran el señorío por medio de la guerra. Viajan a un
monte llamado Chi-Paxab, ahí esperan el amanecer y observan la estrella Icoquih
(Venus). Más el amanecer no llega, y los dioses Tohil, Avilix y Hacavitz
deciden esconderse en diferentes partes a esperar el nacimiento del sol. Cuando
nace, los primeros hombres de todas las tribus se ponen a quemar incienso y a
bailar al Oriente, y todas las creaturas de la creación se regocijan con el
primer día de luz. Los dioses Tohil, Avilix y Hacavitz se convirtieron en
piedra, y les encomendaron a los hombres que les dieran de comer sngre, tanto
de venados y otros animales, así como sangre propia y de otras tribus.
IV.
Organización del pueblo quiché. Después del amanecer,
los pueblos se establecieron en las orillas de los caminos, y los sacerdotes buscaban
alimento para los dioses., matando a la gente disfrazados de animales de
montaña. Un día la gente se cuestionó sí eran los animales del monte, o eran
los sacerdotes, pues estos habían ocultado sus casas, siguieron sus hellas,
pero no pudieron encontrar las casas de los sacrificadores, siendo derrotados
en un treta que les quisieron hacer a los tres dioses. Después las tribus que
eran víctimas de los sacrificios, entraron de nuevo en consejo, y decidieron
llevar un gran ejército al monte Hacavitz, dónde tenía su asiento Tohil, con la
intención de capturar al dios. En el camino, el ejército cayó dormido, y los
sacerdotes robaron sus insignias para burlarse de ellos, y Tohil fortificó la
ciudad con una muralla de madera, y puso maniquíes de guerreros para que los
enemigos vieran que eran pocos, además de poner calabazas llenas de zánganos y
avispas. Cuando rodearon la ciudad, rompieron las calabazas y el gran ejército
fue derrotado, y los sobrevivientes imploraron piedad, y se convirtieron en
sirvientes de los quichés de por vida. Pasando mucho tiempo, cuando ya eran
viejos y presienten su muerte, Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e
Iqui-Balam, se despiden de los suyos y mueren, quedando sólo los envoltorios de
su mortaja. Luego son sus descendientes los que viajan al otro lado del mar, al
Oriente, Qocaib, Qoacutec y Qoahuau, a recibir los dones del gran Señor Nacxit,
Rey de Oriente, los dones consistían en las insignias para ser señores.
Posteriormente, los quichés iniciaron una gran migración, fundando y
abandonando varios lugares, hasta que llegaron a la ciudad de Chí-Izmachí,
donde desarrollaron su poderío y construyeron muchos edificios de cal y canto,
teniendo una vida idílica. La ciudad fue gobernada por muchas generaciones de
reyes, y era habitada por las dos ramas familiares de lis quichés y los Tamub.
Los Ilocab, envidiosos del poder de la ciudad, iniciaron una revuelta, pero
fueron derrotados, y los sobrevivientes sacrificados. Los quichés vuelven a
mirar, llegando a una ciudad llamada Gumarcaah, y para evitar las rencillas, se
dividieron en varias familias, y en 24 Casa Grandes, cada casa era una familia.
El rey más poderoso fue Gucumatz, que tenía grandes poderes y el señorío quiché
creció mucho bajo su mandato. La narración continúa en como los quichés
conquistaron a las tribus vecinas, como debían comportarse, dignidad y
obligaciones de los señores, y en una listea genealógica de todos los linajes,
desde los primeros hombres hasta los nobles indígenas que aún tenían poder en
el siglo XVIII. La narración concluye con la frase: “Y ésta fue la existencia
de los quichés, porque ya no puede verse el [libro Popol Vuh] que tenían
antiguamente los reyes, pues ha desaparecido. Así, pues, se han acabado todos
los del Quiché, que se llama Santa Cruz.”
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