EL
TIEMPO
Revisando en el
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española el concepto de tiempo,
aparecen las siguientes definiciones:
·
Duración
de las cosas sujetas a mudanza.
·
Magnitud
física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un
pasado, un presente y un futuro. Su unidad de medida internacional es el
segundo.
·
Parte
de esta secuencia.
·
Época
durante la cual vive alguien o sucede algo.
·
Oportunidad,
ocasión o coyuntura de hacer algo.
Sólo por
mencionar algunas de las definiciones que se encuentran en el diccionario sobre
un concepto tan importante, pero a la vez tan subjetivo, relativo y
ambiguo.
No necesitamos ser grandes intelectuales para saber qué es el tiempo; todos, en la vida cotidiana, utilizamos nociones temporales: mañana iré a ver a mi novia, ayer estuvieron malas las ventas, en dos horas tengo una cita con mi dentista, ya han pasado dos meses y aún no sé nada de él, esperemos que haga buen tiempo, esta mañana perdí todo mi tiempo formado, yo aprovecho mi tiempo estudiando, etc. Pero si a cualquiera de esas personas que utilizan ese concepto de temporalidad hacemos la pregunta de ¿qué es el tiempo? Creo que entraríamos en una dificultad.
Y si ponemos a discusión este
concepto entre intelectuales la dificultad o el conflicto sería aún mayor Lo
podemos observar citando a San Agustín, uno de los más grandes filósofos que
hablan respecto al tema: “¿Qué
es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo
al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase
no habría tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si
nada existiese, no habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro,
¿cómo pueden ser, si el
pretérito ya no es y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuese
siempre presente y no pasase ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad.
Si, pues, el presente, para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo
deciros que existe éste, cuya
causa o razón de ser está en dejar de ser, de tal modo que no podemos decir con
verdad que existe el tiempo sino en cuanto tiende a no ser?” (Agustín, 1992) .
Resulta muy complejo concretar la naturaleza y la esencia del tiempo, han
pasado aproximadamente veinticinco siglos en los que se ha reflexionado sobre
el tiempo y aún no nos hemos podido poner de acuerdo para universalizar un
concepto del tiempo, y claro que no es lo que buscamos, sin embargo es
necesario tener una visión correcta para entenderlo más y hacerlo más
productivo en nuestras vidas, y concretamente en nuestra labor docente.
Desde la antigüedad, hablando desde una visión occidental, los griegos ya
habían abordado este tema, y es Aristóteles quien ha profundizado en mayor
parte este tema. La visión aristotélica del tiempo está
estrechamente vinculada al movimiento, ya que, en su opinión, el tiempo no es
posible sin acontecimientos, sin seres en movimiento. De ahí que conciba el
tiempo como el movimiento continuo de las cosas, susceptible de ser medido por
el entendimiento. Conceptos como antes y después, sin los cuales no habría
ningún tiempo, se encuentran incluidos en la sucesión temporal. Esta estrecha
vinculación induce a Aristóteles a definir el tiempo en su Física en los siguientes términos: La
medida del movimiento según un antes y un después. Esta definición nos
revela que el tiempo no es el movimiento, pero lo implica de tal suerte que si
no tuviéramos conciencia del cambio, no sabríamos que el tiempo transcurre. El
tiempo aristotélico es exterior al movimiento, pero supone un mundo que dura
sucesivamente y esta duración sucesiva nos permite establecer relaciones de
medida entre sus partes según un "antes" y un "después",
Así surgirá el tiempo métrico, cuya estimación estará regulada por el
movimiento de los astros, como el de rotación o el de traslación, o por el
movimiento rítmico de aparatos de desarrollo preciso, como los relojes. (Lomas, 2013)
La posición que toma San Agustín se encuentra
deslindada del movimiento y ligada al alma, haciendo referencia a la cita
anterior de este autor nos damos cuenta que si decimos de algo que es presente,
estamos afirmando que ya no será y que pasará al mundo de lo inexistente. El
presente propiamente no es, sino que pasa, deja de ser, carece de dimensión y
sólo lo podemos caracterizar relacionándolo con el futuro, que todavía no
existe, y con el pasado, que ya ha dejado de ser. El tiempo es un ahora, que no
es, porque el ahora no se puede detener, ya que si se pudiera detener no sería
tiempo. No hay presente, no hay ya pasado, no hay todavía futuro. Por lo tanto,
la medida del tiempo no es el movimiento, no son los seres que cambian; la verdadera
medida del tiempo es el alma, el yo, el espíritu. El pasado es aquello que
recordamos; el futuro, aquello que esperamos; el presente, aquello a lo que
prestamos atención. Pasado, futuro y presente aparecen, pues, como memoria,
espera y atención. De tal manera que sólo existe un presente en tres formas:
presente pasado, presente presente y presente futuro.
Si yo pongo la palabra tiempo, para buscar
imágenes en Google, me van a aparecer infinidad de relojes, lo cual muestra,
que la gran mayoría tenemos nuestra concepción del tiempo en relación a una
medida, de lo que pasa, lo que acontece, lo que cambia… Me llamó la atención
cómo en varias imágenes aparecía en algunos relojes manecillas con signos de
pesos o de dólares, lo cual me trajo a la mente la idea del país vecino de
Estados Unidos, quienes dentro de su gran pragmatismo hacen alusión a que el
tiempo es dinero, tiempo que no se invierte en hacer, crear, inventar, es
tiempo perdido, por lo tanto pérdida económica.
Por otra parte, en nuestras tierras,
específicamente en algunas partes de Michoacán, ya sea en la Cañada de los Once
Pueblos o en la Meseta, nuestros hermanos purépechas tienen una concepción del
tiempo totalmente distinta. Por experiencias vividas en esos lugares y por la
convivencia con personas oriundas de ahí, el tiempo para ellos no está marcado
estrictamente por las manecillas de un reloj. El tiempo lo va marcando la
comunidad, si se convoca a una reunión a las seis de la tarde, la gente
comienza a llegar no antes, ni exactamente a la hora, llega casi siempre
después, mientras llegan todos, la gente se pone a platicar con las demás
personas y cuando está el pleno comienzan con su reunión. Esta es una forma de
vivir con el tiempo muy particular. Nosotros podemos decir que son muy impuntuales,
pero esos hábitos, por así decirlo, son parte de su cultura y para ellos no es
incorrecto.
El problema se puede dar cuando van a otros lugares y el sentido del tiempo es distinto, si llegan tarde, como es costumbre para ellos, ahora sí podemos decir que son impuntuales, lo cual causa un descontrol en su ritmo de vida y tienen que adaptarse a lo establecido por la comunidad. Por lo tanto la concepción del tiempo, desde este punto de vista, no es universal.
Podemos concluir diciendo que el tiempo constituye
una dimensión fundamental en nuestras vidas, ya que sin él seríamos incapaces
de entender lo que nos sucede, porque somos seres limitados en el tiempo, y
porque éste va marcando nuestro propio suceder y el de la humanidad. Gracias a
la visión temporal que se tiene el ser humano intenta conocerse a sí mismo y a
los otros a través del tiempo de su vida. Esto hace que pertenezcamos a una
generación, a un gran grupo que compartimos un mismo periodo y tiempo
específicos. Un tiempo común.
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