jueves, 15 de octubre de 2015

spanglish (parte 3)



"In my campo we say a person has an antojo when they are taken by un santo who wants something".
(Julia Álvarez, How the García Girls lost their accent)

El español es el lenguaje de la niñez, el lenguaje de los sueños, de la pasiones, de las sensaciones que uno perdería si olvidara ese idioma y sucumbiera al pragmatismo del inglés-americano. Eso es lo que piensa Julia Álvarez, que perdió su acento, como las García Girls, y ahora se venga aliñando su prosa americana con unas gotas de spanglish.

"El idioma es una cosa viva y permeable", se explica la escritora, "y sería absurdo ponerle un alambre de espinos, y prohibir que se enriquezca con las aportaciones de otras culturas". En el mismo tren que Julia Álvarez viajan Sandra Cisneros, Esmeralda Santiago o Rosario Ferré, empeñadas en tender puentes y más puentes entre los dos idiomas.

Otro que flirtea con el spanglish: el dominicano Junot Díaz, autor de Los Boys. Su voz literaria nació de un silencio, "el terrible silencio al que me condenaron cuando llegué a los Estados Unidos, sin hablar una palabra de inglés y todo el mundo me prohibía usar mi lengua, la que aprendí de chiquito".

Parecida represión han padecido durante décadas los autores chicanos, que hace apenas un año se reunieron en Granada y reivindicaron que se respeten los rasgos propios del spanglish. Hablamos de gente como Rudolfo Anaya, Miguel Méndez o Ron Arias, y de un territorio mítico que algunos llaman Mexamérica y que comprende gran parte de Texas, Nuevo México, Arizona y California.

En la Gran Manzana, la antorcha del spanglish la encendieron los poetas neoyorquinos, gente como Pedro Pietri o Miguel Algarín, que aún regenta el café-bandera de la generación en el redivivo Loisaida (Lower East Side), el barrio del exilio boricua.

Los guetos urbanos de Nueva York y Los Ángeles son la paleta predilecta de los poetas del spray. Los hispanos relevaron hace tiempo a los negros en la vanguardia del graffiti: unos se hicieron buenos, como Tony Chico García, y se dedican ahora a teñir de sabor latino los cierres de las tiendas; otros, como Snake o Sabe, siguen bombardeando por pura furia, o dedicando murales bilingües a los boys caídos en la guerra urbana: "Te recordaremos, Kiko. No justice. No peace".

El hip hop latino lleva más de una década pegando fuerte, y en las letras de Proyecto Uno, Pastilla, KMX Assault o los mexicanos Molotov se encuentran quizás los ramalazos más radicales de spanglish...

"I'll kick your ass yo mismo por supporting el racismo".

(Molotov: Voto Latino)

Y así llegamos al latin pop, el nuevo El Dorado del imperio musical. Antes de que Ricky Martin conquistara el platino con Livin' la vida loca, tuvimos el spanglish mix de La Macarena, la techno-salsa de Little Louie Vega y La India, la texano music de Selena y La Conga de Gloria Estefan. Y, ya puestos, el Oye cómo va de Tito Puente en versión de Carlos Santana, La Bamba del malogrado Ritchie Valens y La Cucaracha de Xavier Cugat, allá por 1934.

Cambiando de escena, el spanglish ha hecho incursiones en Hollywood (Los reyes del mambo..., Carlito's way), en el cine independiente (Nueba Yol, La vida loca) y en los escenarios de Broadway (Freak, de John Leguizamo). La televisión anglo se está contagiando también de cierto sabor latino, con presentadores como Geraldo Rivera o la epatante Daisy Fuentes, especialista en celebrity's chismes.

La prensa hispana en USA libra todos los días el pulso entre la lengua dominada y la lengua dominante. El Herald, La Opinión y El Diario-La Prensa son ejemplos de la pujanza de un español, que nos guste o no, suena diferente en su roce diario con la trepidante actualidad norteamericana. La cultura yanqui, en fin, se va contagiando de la cadencia y del habla de esa hispanic nation que en cinco años superará en número y en influencia a la comunidad negra. Basta con darse una vuelta por el Broadway de Los Ángeles o por Washington Heights en Nueva York para asomarse al futuro que está a la vuelta de la corna, perdón: la esquina.

Aunque por debajo de las apariencias laten los prejucios y el temor al mestizaje de los dos idiomas: defendiendo la pureza autóctona, los abanderados del English Only, la campaña que pretende acorazar por decreto el uso del inglés (extendida ya en 23 estados).

Hablar español en USA puede resultar muy caro, y los juzgados se están poblando últimamente de casos de trabajadores hispanos multados o despedidos por atreverse a usar su lengua nativa en horarios de oficina. Desde California, por cierto, llegan también preocupantes noticias: suprimidos los programas de educación bilingüe en las escuelas para los hispanohablantes.

"Pero esa cruzada reaccionaria acabará cayendo por su propio peso", vaticina Dionisio Cañas, poeta y catedrático de español en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. "Ahora comienza a hablarse ya del English Plus, que reivindica el valor del bilingüismo... El español -sigue Cañas- está en auge en este país, y la gente hablará cada vez más spanglish. Habría que empezar a estudiarlo con rigor y con amor, como una variante más de nuestro riquísimo idioma que, no lo olvidemos, surgió de la deformación de otra lengua: la lengua latina".

"See them. Míralos. They are here. Están aquí. They were always here. Siempre estuvieron aquí. They arrived before anyone else. Llegaron antes que nadie".

(Carlos Fuentes. Americanos)

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