Ademas de la filosófica (Platón, Aristóteles y Plotino) y la oratoria (Demóstenes), la mejor prosa griega es la histórica. Las primeras manifestaciones del interés por la historia adoptan en Grecia la forma de periplos (narraciones de viajes) y anales (relaciones de acontecimientos). Pero el primer escritor que da la categoría literaria a la historia es Heródoto (h. 480-425 a.C.) La totalidad de su obra se reúne en la Historia, dividida en nueve libros. En ella Heródoto, gran viajero, narra el enfrentamiento de griegos y persas con la agilidad y el sentido de la observación de un buen reportero. No limita su interés a los acontecimientos políticos y bélicos, sino que se extiende sobre el marco de la vida de los distintos pueblos, sus instituciones, y sus costumbres.
El modo de narrar de este padre de la historia aúna la grandeza de la simplicidad. Sus relatos son ricos en anécdotas y están llenos de vida. Su obra denota una filosofía de la historia en que las vicisitudes de los hombres están suspendidas a la fuerza del destino.
Tucídides (460-395 a.C.) en su Historia de la guerra del Peloponeso narra con precisión y agudeza los hechos de que fue testigo presencial. Su retrato del pueblo ateniense, trazado con clarividencia y sin complacencia en un periodo de turbulencias, fue adoptado por la posteridad a cusa de su imparcialidad y de su gravedad filosófica. La obra más noble de Jenofonte (h. 430-354 a.C.) es la Anábasis, que narra la heroica retirada por él dirigida desde Babilonia hasta Grecia de un contingente griego de diez mil hombres.
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