viernes, 16 de octubre de 2015

RELACION DE MICHOACAN, 3ª PARTE (XIV)

DE LOS QUE SE CASABAN POR AMORES

Si [a] un mancebo le parescía bien una doncella que tenía padre, concertábanse ellos y juntábase con ella. Después inviaba alguna parienta suya, o alguna mujer, a pedir en casamiento aquella que conosció; y el padre y madre, espantados de aquello, le preguntaban a su hija que de dónde la conoscía aquel mancebo y ella decía, que no sabía. Decía el padre della: "si tuviera hacenda ese que te pide, casárase contigo y labrara alguna sementera para darte de comer y sirviérase del tal, y a mí, que soy viejo, me guardara". Quería decir en esto, que él tenía algún oficio o encomienda [y] que [si] por ser viejo no lo pudiera cumplir, que aquel su yerno, que pidía su hija por mujer, le reservara de aquel trabajo y le hiciera por él. Por eso decía que él guardara algunos días, que había de venir. Si la hija no conoscía que se había juntado aquel mancebo con ella, tomaba un palo el padre y dábale de palos a la que iba con el mensaje, porque le dicía aquello de su hija. Y tres o cuatro veces inviaba desta manera aquel mancebo, para casarse con aquella moza. Creían entonces sus padres della que la había conoscido y reprendían la hija por lo que había hecho y decíanle: "yo, que soy tu padre, no andaba de esta manera que tú andas; gran afrencta me has hecho; echado me has tierran en los ojos." Quería decir: no osaré parecer entre la gente ni tendré ojos para mirallos, porque todos me lo darán en la cara y me afrentarán por esto que has hecho. Decía más a su hija: "yo, cuando mancebo, me casé con esta, tu madre, y tenemos casa y me dieron ajuar de maíz y mantas, y me dieron casa; ¿a quién pareces tú en esto que has hecho? ¿para qué quieres aquel perdido? Por ser un perdido se juntó contigo para deshonrarte". La madre también la reprendía. Y iban a la casa del que la había corrompido y tomábanle todo lo que tenía en su casa, de mantas y piedras de moler, y la sementera que tenía hecha para sí, y deshonrábanse. Y si determinaban de dársela, platicábanlo entre sí sus padres y decían: "ya, ¿para qué queremos esta nuestra hija?, ya, ¿cómo la podemos tornar a hacer virgen? que ya está corrompida. Ya han mudado entrambos sus corazones y han hablado entre si". Entonces llevábansela a la casa dél, acompañándolos sus parientes, y entregábansela haciéndoles sus razonamientos. Si eran de un barrio, quedaban casados; si no, no se la daban.

Jerónimo de Alcalá, Relación de Michoacán, Moisés Franco Mendoza (coord.), paleografía Clotilde Martínez Ibáñez y Carmen Molina Ruiz, México, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 2000, p.618

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