LA IMPORTANCIA DE LA
COMUNICACIÓN PARA EL SER HUMANO
Desde los comienzos de la historia
se ha intentado definir lo que es el hombre. Muchos filósofos se han dado a la
tarea de encontrar sus características más sobresalientes. El inmortal Sócrates, como sabemos, pasaba el
tiempo preguntando a las personas acerca de sí mismas. Y murió mártir en su
intento de conocer al hombre.
En efecto, el hombre concreto y
auténtico es por naturaleza y por esencia un ser social provisto de palabra.
Apenas si existe un problema verdadero que no haya de compartirse con sus semejantes;
y cuando se aísla y pretende sentirse a gusto con su orgulloso narcisismo, cae
y se deshumaniza. El hombre individual en sí, no posee la esencia del hombre;
la substancia del ente humano sólo tiene sentido cuando entra en comunicación
con sus congéneres; dicho en otros términos, el hombre hecho de la existencia
humana sólo se concibe cuando en individuo entra en relación con otros
individuos; esto es, el hombre en comunicación en el hombre.
Por esa razón, la comunicación
humana ha sido, a través de los siglos, una fuerza de inconmensurable energía;
ella como ninguna de las palancas que pudieran existir, incita y une a los
hombre a la acción.
La comunicación es un instrumento social tan importante, que
si esta herramienta, se puede afirmar, jamás podríamos influir en las ideas, en
los sentimientos o en las acciones de otras personas. El destino del hombre es
afrontar y resolver problemas; y esto, como es natural, es obra de la
comunicación. Quienes saben comunicarse
son garantes de una aureola de superioridad, forjando, con éxito, sus propias
oportunidades. Quienes han cultivado la habilidad para comunicarse, logran más
que aquellos que sabiendo
más,
no pueden adecuadamente; y más todavía; los que saben comunicarse, porque han
aprendido a relacionarse, pueden lograr el liderazgo de los grupos en los que
intervienen, despertando una buena impresión a través de sus expresiones.
La comunicación lingüística es el
vínculo de nuestro pensamiento, de nuestro sentimiento y de nuestra voluntad,
es del todo importante desarrollar esa capacidad. ¿Cómo? Inicialmente entender
que si las palabras son elemento básico de la comunicación verbal y fundamento
de todo encanto, la correcta pronunciación de ellas, y su combinación con los
timbres procedentes, constituyen la buena dicción. Una voz bien impostada, de
timbre agradable y de clara dicción,
tienen ya los elementos necesarios para transmitir depuradamente el mensaje. Y
sólo para apostillar la importancia de la expresión, baste notar que en muchas
ocasiones un texto carece de mensaje real si no es dicho en tal o cual forma.
La
voz, casi no haría falta decirlo, es el conducto por el cual viajan las
palabras y las ideas, hasta llegar al oído de quien los oye. Por lo tanto es
necesario que la voz sea bien emitida para que todos escuchen con facilidad,
amén de que tenga el volumen regulado a la cantidad de oyentes, pues es de mal
gusto y hasta incorrecto hablar en voz baja para 50 o 100 personas a un metro
de distancia, en espacios ampliamente abiertos.
La palabra, como don exclusivo del
ser humano, tiene la tarea de la comunicación para vivir mejor. La palabra, es
obvio de decirlo, informa, indica, conduce, ilumina, descubre, educa, acaricia,
persuade; pero también como lo dejaba entrever Esopo en la fábula El banquete
de las lenguas humanas, engaña, desorienta, hiere extravía, oscurece, niega,
oculta, pervierte y enajena. Por esta
causa, al comunicarnos, debemos estar en constante búsqueda de nuestras mejores
palabras, de nuestra mejor expresión, de la forma más clara, oportuna,
pertinente, cauta, agradable y conveniente, pensando siempre que el hablar bien
es una de las cualidades más preciadas del ser humano.
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