jueves, 22 de octubre de 2015

"LA FUNCION DEL EDUCADOR"



¿Qué papel juega el profesor?

La interrelación se sustenta en la idea de que la “enseñanza es un
proceso compartido”, y consiste en el traspaso gradual de la responsabilidad (del profesor al alumno) en la realización de tareas. Al principio, el profesor tiene la máxima responsabilidad y, al final, la responsabilidad es del alumno. El traspaso se efectúa por la realización de tareas. Así, pues, la enseñanza consiste en una tarea compartida entre profesor y alumno. 

En este esquema, el profesor tiene la responsabilidad de “guiar en la práctica” al alumno para que construya el significado y sepa resolver el problema por sí solo. La responsabilidad del profesor, en última instancia, consiste en buscar los
procedimientos adecuados de enseñanza, buscando las zonas de desarrollo próximo, de modo que consiga arrastrar al alumno hacia el desarrollo, mediante estudios  que se para proponer su teoría constructivista del aprendizaje se refieren a interacciones individuales, y en la escuela se produce una interacción con un grupo de alumnos, intenta salvar las dificultades complementando su teoría con las investigaciones sociolingüísticas de los procesos de enseñanza.
Se declara: que la enseñanza es un proceso de interrelación de preguntas y respuestas, donde el educador es el que más habla.



El profesor como orientador.

En la teoría constructivista del aprendizaje el papel del profesor consiste en prestar ayuda al alumno, ajustada a sus características y al contenido concreto que se está trabajando. El método consiste en ir traspasando el control de la actividad progresivamente al alumno. En síntesis, los principios que deben orientar la práctica en el aula, desde la concepción constructivista de la enseñanza y el aprendizaje son 40:

1. Planificar de forma sistemática las actividades del aula de acuerdo
con los objetivos deseados.
2. Incluir dentro de las intenciones educativas todos los aspectos de
desarrollo del alumno.
3. Partir de los conocimientos previos del alumno.
4. Provocar la participación activa del alumno que le permita reconstruir
sus esquemas de conocimiento.
5. Ir otorgando progresivamente mayor responsabilidad al alumno en la
actividad del aula.
6. Provocar la interacción entre los alumnos como mecanismo de
aprendizaje.
7. Ajustar la ayuda durante el proceso de enseñanza y aprendizaje a la
dinámica que vaya produciéndose y a las características peculiares de
cada alumno.
8. Tener en cuenta los aspectos emocionales y psicosociales que
permiten atribuir sentido al aprendizaje.
9. Llevar a cabo una evaluación que permita al profesor y a los alumnos
comprobar el grado de aprendizaje adquirido, entender las razones
que lo explican y regular y autorregular el paso siguiente.
10. Evaluar la propia práctica docente para reajustar la enseñanza.
En conclusión, la calidad de la práctica en el aula depende del grado de ajuste
que consiga el profesor en la mediación del proceso de enseñanza. Y los ejes para medir
el grado de ajuste son:
planificación,
acción,
y evaluación del proceso de enseñanza

LA PASION POR EDUCAR
                                                            
"La pasión no sólo es constitutiva del ser humano sino principio de toda comunidad y sociedad, la misma se relaciona con la creatividad y la acción. Es decir, la pasión se pone en juego en la acción. En todo acto creativo el sujeto se funda y, a la vez, se enajena en la pasión permitiendo que las pasiones alegres triunfen sobre las pasiones tristes, el amor sobre el odio, el sentimiento de lo maravilloso sobre el sentimiento de lo siniestro"

El mejor ejemplo de pasión lo dan los enamorados. ¿Cómo?
Cuando ven a su pareja “le brillan los ojos” y sienten que “la vida les sonríe”.
Dedican mucho tiempo a acicalarse y a arreglarse para verse bien ante su objeto de amor. Tratan a su pareja siempre con amabilidad, destacan sus fortalezas y la llenan de elogios, minimizando sus defectos.
Piensan a menudo en cómo sorprender al otro, en qué le gusta. Escuchan con atención lo que el otro les cuenta, comparten sus alegrías y hacen lo posible por calmar sus ansiedades o sus tristezas.
 

Se preocupan porque el otro crezca profesional y espiritualmente y lo apoyan en sus proyectos e ilusiones.

¿Cuántas de estas actitudes tenemos para con nuestros alumnos o para con nuestra tarea docente?

¿Con qué frecuencias las vamos a ejercitar?

¿Cuántas formas vamos a buscar de alimentar el entusiasmo con el que vamos a comenzamos a ejercer?

¿Cómo está nuestra pasión por educar?

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