El término ciberacoso, también conocido como ciberbullying,
es una extensión del acoso en los medios tecnológicos, por teléfono o por
Internet, por el cual una persona (acosador) trata de minar y socavar la autoestima de
otra enviándole mensajes amenazantes, intimidatorios o chantajistas a través de
servicios de e-mail o mensajería instantánea (tipo chat o messenger), sms o las
redes sociales.
Antes de que se extendiese el uso de la tecnología, en el
fenómeno de bullying o
de acoso o maltrato se
producía un encuentro cara a cara entre el acosador y el acosado, acompañado de
insultos, amenazadas y burlas, pudiendo además desembocar en la agresión física
como modo de conseguir aquello que quería el acosador.
En los últimos años, y gracias a las campañas de
sensibilización, especialmente en el ámbito escolar, dirigidas tanto a
profesores como a padres, se ha ido reduciendo el número de casos de acoso
directo, dando paso al nuevo fenómeno del ciberacoso, auspiciado por la
generalización del empleo de dispositivos móviles y el uso de Internet, además
de por la idea de anonimato en la red, lo que da al acosador cierta impunidad
de su actos.
Algunos expertos distinguen entre ciberacoso y ciberbullying,
siendo el primero aquel que se produce mediante el uso de nuevas tecnologías;
restringiendo el término de ciberbullying únicamente a los casos en que el
acoso se realice entre menores utilizando para ello los medios tecnológicos.
Es especialmente preocupante el creciente número de casos
entre adolescentes. Por ejemplo en España, casi un tercio de los menores de 17
años afirman haber sufrido ciberacoso, e incluso el 19% reconoce
haber insultado en la red. En Latinoamérica, según datos de la UNESCO, más del
50% de los alumnos de primaria ha sido víctima de acoso escolar, un peligro que
se potencia en la red.
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