lunes, 12 de octubre de 2015

LA METAMORFOSIS DEL RATÓN


 


LA METAMORFOSIS DEL RATÓN
(Violencia jurídica)

Pbro. Homero Fernández B.

“Y le decían al ratón: - ¿verdad que eres elefante?
Sí, soy elefante- contestaba el ratón.”
Sonidos de botas militares en la antepuerta, en la sala, en las habitaciones… por doquier; voces, sólo voces que emiten ruidos que intimidan aunque no se entiende lo que dicen y, no es necesario entenderlas, ya se sabe lo que quieren: nada de otros, sólo satisfacer sus intereses; hombres prepotentes con sus rostros ocultos mostrando lo único que desean sea percibido de ellos: sus armas largas, frías y rígidas al acertar sus molientes en los desprotegidos y blancos cuerpos titiritantes; la respiración es interrumpida por hematoma y lo imposible de atravesar el plástico de la bolsa al cuello. Obscuro, todo es obscuro: “así continuara todo” –desea el obscurecido.

Sin ser equipaje o mercancía de abarrotes, de la cajuela a la bodega; la invidente vista sigue mostrando todo en las tinieblas: esos gritos, esas amenazas, esos azotes, esos escarnios, esos insultos, esos… todos los esos. “Nada es real, es sólo una pesadilla… pronto desaparecerán esos monstruos y esos otros”, no se sabe quiénes ni qué son esos pero algo han de ser: fantasmas y quimeras apocalípticas quizás, mas no se sabe con certeza porque nada es cierto. “Pronto ha de amanecer, si no, que ya deje de ser obscuro y que venga la eterna noche, que llegue pronto, el uno o la otra pero pronto.”.

Barrotes de acero discontinuos con tapiz de sangre, lágrimas y desesperación; sombras de uniformes cruzando; ruidos, los ruidos siguen siendo ruidos que se entrecruzan con las voces; las voces, voces ininteligibles vanagloriosas y ufanas con sus intereses. Oído atento, corazón palpitante, respiración soporosa; entre las bardas y gélido piso el pequeño e insignificante desconocido como tal querido, tanto por desconocido como por insignificante y pequeño, sin ser mercancía o algún otro elemento, igual sirve para los propósitos que se quieren: números y casos.

Destello de luz, un rostro humano, voz confusa y contenido truculento: “amigo ratón, le damos la noticia de que usted es un elefante… no se preocupe en hacer preguntas y proferir argumentos sin sentido, está usted en buenas manos, nosotros nos encargaremos de todo para que usted sea un elefante majestuoso”, -profirió la voz. El desconocido conoce a un rostro humano, pero él es señalado como un vulgar ratón en metamorfosis: “Creía que yo  era humano. De lo que se entera uno en estos lugares.” – pensaba el ahora ratón, porque sólo le queda eso, pensar, aunque no se sabe bien si los ratones piensan y mucho menos aquello en lo que le quieren convertir.

Solitario frente a un monitor que emite imágenes y un altavoz que emite ruidos y voces; ante el ratón un uniforme cubriendo el asiento de una cómoda y confortable silla; el ratón perplejo en su asiento luciendo la joya que adorna sus lacerados brazos: “señor ratón  -una voz cortés-, no tenga usted pendiente, no se aflija por seguir siendo ratón, hasta el momento hemos hecho todo lo posible para hacer de usted todo un magnífico elefante. Pero no se preocupe, aunque el proceso es largo y lento, está usted con los mejores científicos y artesanos en el ramo. Además usted tiene muy buenos elementos para la transformación, mínimos pero los tiene: tiene ojos grandes y claros como elefante; la piel morena y rugosa como ellos; la nariz, la nariz no tiene problema, con una cirugía lo arreglaremos. Ya verá que dentro de unos años usted se mirará en un espejo y será un robusto y hermoso ejemplar macho. ¿Alguna duda señor ratón?”, -apela la voz. “Ninguna su señoría”, -contesta el ratón. Concluida la transmisión, entre confusión y descrédito, el pequeño insignificante es llevado a la guarida de elefantes que le han asignado mientras se realiza su transformación.

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