lunes, 12 de octubre de 2015

SER DOCENTE DEL SIGLO XXI

SER DOCENTE DEL SIGLO XXI

Para empezar a trazar la figura del docente del siglo XXI tenemos que dejar a un lado el desánimo y pesimismo imperante tomando una actitud animosa y optimista frente a la situación que nos ha tocado vivir. Por el simple hecho de dedicarnos en cuerpo y alma a la educación debemos creer en una posibilidad de cambios. Y no solo digo debemos, es que estamos obligados a ello. Como destaca el propio Miguel Ángel Santos Guerra “hay contextos en los que decir que disfrutas trabajando es poco menos que una herejía. Es incluso una estupidez. En ese ambiente lo que se lleva es despotricar de la tarea, de las autoridades, de los alumnos, de las familias y de la vida misma”. Nosotros no podemos ir por ese camino si realmente queremos transformar la Escuela del siglo XXI.

Tenemos que confiar en nuestra labor silenciosa (y en ocasiones silenciada) porque si no, ¿quién lo va a hacer por nosotros? En educación los cambios y las transformaciones son muy lentos y los resultados son a tan largo plazo que es posible que ni tan siquiera los lleguemos a ver . Para ello debemos empezar por considerarnos a nosotros mismos como nos denomina Javier Urra: “El profesional de la esperanza”, “constructor de presente y futuros, el maestro es un referente, un ejemplo vivo y continuado”, “es fundamental que los padres valoren y transmitan a sus hijos el cariño, respeto y gratitud a los maestros, que estén en continuo contacto con los mismos, que escuchen sus argumentos, que sancionen a sus hijos por su bien cuando el profesor haga saber conductas que lo requieren”. Pero estos cambios y transformaciones solo serán posibles si realmente estamos convencidos de que se pueden conseguir. Es de ese modo cuando dejaremos de hablar de desprestigio de la labor docente y devolveremos a la escuela y sus profesores al lugar que merecen. Por algo en Finlandia, donde la educación es un tema prioritario, están obteniendo unos excelentes resultados en el famoso Informe PISA, ¿crees que allí no se valora la función y el papel del profesorado? 
En el mismo artículo que he mencionado anteriormente, Santos Guerra señala que “hay países donde aquellos que desean ser químicos van a la facultad de química y quienes quieren ser profesores de química al Instituto Pedagógico de Química y allí aprenden química y a ser profesores de química. Y para acceder a los Institutos Pedagógicos es necesario haber alcanzado una puntuación mayor que para entrar en las Facultades. Es decir, la filosofía se muestra con claridad: los mejores, a la enseñanza”.
Debemos seguir el camino marcado por estos países si queremos alcanzar el nivel y la calidad que ellos poseen en educación. Eso no significa que tengamos que copiar lo que hace Finlandia y demás países ya que nuestra realidad cultural, social y educativa es bien distinta. Ojalá fuese tan simple como copiar e imitar lo que se hace allí... Tenemos que buscar nuestro propio modelo. Y es justo por ahí por donde debemos empezar. No podemos perder tiempo, el mañana empieza hoy mismo. Es el futuro de la infancia y de la sociedad lo que está en juego.
Me gustaría terminar esta entrada citando un fragmento del precioso artículo publicado en El País Semanal por Manuel Rivas que lleva por título “Amor y odio en las aulas”. Dice así: 
“Mucha gente considera que los maestros de hoy viven como marqueses y que se quejan de vicio, quizás por la idea de que trabajar para el Estado es una especie de bicoca perpetua. Pero si a mí me dan a escoger entre una expedición Al filo de lo imposible y un jardín de infancia, lo tengo claro. Me voy al Everest por el lado más duro y a pelo. Ser enseñante no sólo requiere una cualificación académica. Un buen profesor o maestro tiene que tener el carisma de un presidente del gobierno, lo que ciertamente está a su alcance, la autoridad de un conserje, lo que ya resulta más difícil, y las habilidades combinadas de un psicólogo, un payaso, un dj, un pinche de cocina, un puericultor, un maestro budista y un comandante de la KFOR. Conozco a una profesora de Ciencias Naturales que sólo desarmó a sus alumnos cuando demostró unos inusuales conocimientos futbolísticos, lo que le permitió abordar con entusiasmo la evolución de las especies. Y a un profesor de Matemáticas que consiguió hacerse con la audiencia tras interpretar un rap Public Enemy Number One”.  Y añade, “Todo lo que pasa, y lo que se avecina, no tiende a disminuir la importancia de la escuela sino todo lo contrario. Y la desmoralización del profesorado debería transformarse en una nueva autoestima, en un nuevo orgullo”.
No tiene desperdicio. Ojalá los docentes nos veamos de este modo a nosotros mismos. Lo necesitamos para ir en buena dirección...
En conclusión, ser docente es una forma de vida. Como dice esta extraordinaria cita de Emilio Lledó:
 “Enseñar no solo es una forma de ganarse la vida, es sobre todo, una forma de ganar la vida de los demás”.

BIBLIOGRAFIA.
MARTHA I. IANNINI D. CLEMENCIA ROMERO F. (2004) Pedagogía “Arte y Ciencia para Enseñar y Educar” Ed. San Martín y Domínguez, S.C. México, D.F.

No hay comentarios:

Publicar un comentario