jueves, 22 de octubre de 2015

NUESTRO MÉXICO Y SUS DRAGONES



NUESTRO MÉXICO Y SUS DRAGONES


P. Homero Fernández B.

«No es la forma de gobierno lo que constituye la felicidad de una nación,
Sino las virtudes de los jefes y de los magistrados.»
Aristóteles

Según los mitos, dragones acechaban y destruían a tribus enteras. Era menester hacer frente para salvar la cosecha, la mujer, la familia. Si era necesario se vigilaba día y noche para no ser sorprendidos. Los augurios eran vitales para adelantarse a la gigantesca serpiente. La derrota a los dragones se podría realizar sólo de dos formas: los ancianos llenos de experiencia y sabiduría organizaban a la tribu e indicaban cómo sobrellevar la situación, le daban unidad y esperanza a través de ciertas medidas preventivas o; en excepcionales ocasiones, surgía un héroe, un hombre que era capaz de reunir toda esa sabiduría ancestral, el coraje y una fuerza vista comparable a lo sobrenatural: la justicia, la rectitud, la entrega desinteresada, el amor, la virtud…


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Noche de septiembre, mil ochocientos diez. Fantasmas en las tinieblas, brujas en los cielos, ruido, estruendo… tumulto… ¡¡¡Resucitaron los muertos!!!


Alaridos y lamentos removieron los sepulcros. Huéspedes siniestros, esqueletos cancerosos fortalecidos de flaqueza, madera en la diestra, ceniza de peto. Ejército balbuciente que se arrastra ante la desgracia de la matrona española destrozada por su impudicia y rematada por el gachupín dragón que asoló a la Europa decadente.

En esas pululantes noches de nuestra independencia mexicana todo se vislumbraba como un lejano sueño, pero un sueño teñido de esperanza. La esperanza de destruir de una vez para siempre a esos dragones inmensos que surgían en cada época mitológica de la historia humana, para dejar una posteridad de paz y porvenir al mexicano capullo. Sueño loable y digno para en ello entregar la vida.

Salieron a batalla ancianos aristócratas, eclesiásticos, criollos y mestizos. Pero fueron necesarios los héroes que unieran esas aspiraciones comunes para llegar a lo tan profundamente deseado. Hicieron volar la mariposa, que sangrando se debatía en el barro, a una nueva nación, una nación libre y soberana. «Y nos dieron patria».


La mariposa emprendió el vuelo, un vuelo suave, quedo, pausado… vuelo estropeado intermitentemente por fuertes ventarrones, no se daba cuenta que en las cuevas de sus prados, resoplaban los dragones. Se sentía libre entre los vientos, vientos que azotaron, golpearon y vejaron su frágil y extraño cuerpo. Cansada, fatigada, con las alas rotas, derribada… desfallecida… pero nunca inerte.


Así surgió, ¿Así vivirá por siempre? ¿Acaso sucumbirá ante charlatanes dragones? Genocidios, traiciones, engaños, conjuras…, tragedias en aras de una nueva nación. Una nación viva con dinamismos y novedades humanas que prometían para muchos, que avergonzaban a otros. ¿Sometida por sus propios dragones, por sus propios mitos? Serpientes de agua le ahogan por doquier, la serpiente de hambre en su vientre se revuelve, la mente confusa tambalea sus miembros, la violencia arremete su cuerpo. «México sufriente».


Vagabundos con pretensiones de liberarle, disfrazados de sabiduría o de míticos héroes se presentan a batalla pero, atemorizados por las grandes fauces de los indómitos dragones, abandonan la empresa y mutan en crías de lo mismo que combaten.


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Sería interesante que surgiera un héroe de verdad en estos días y llevase a nuestro México a la paz tan deseada pero eso, sin duda alguna, no está en nuestras manos. Es casi algo sobrenatural que surja alguno.


Pero sí podemos estar muy atentos y aprender de nuestra historia y augurar nuestros presentes y venideros tiempos. Poner más empeño en la educación que verdaderamente cultive virtudes, valores en nuestros hijos, hijos que no son máquinas sino humanos, personas de carne y hueso, personas que componen esta nación viva y latente. Propiciar el verdadero desarrollo y bienestar y no sólo actitudes paternalistas o salidas deshonestas para responder a alguna necesidad vital. Debemos luchar por cultivar en cada una de nuestras obras la justicia, el honor, el respeto, la entrega, el valor… la virtud. Valores que no son imaginarios sino reales en quien reales los quiere vivir.


No podremos ser todos héroes, pero sí podemos ser un pueblo virtuoso y cauteloso para poder estar en vigilia y atentos ante los dragones siempre estarán al acecho y buscando la oportunidad de destruirnos y llevarse lo nuestro.


Dragones asolaron a la Nueva España, dragones asolan a nuestro México.

1 comentario:

  1. Gracias por compartir. Es muy interesante la forma como se expone este tema, nos invita a la reflexión.

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