Ninguna cosa sea donde falta la
palabra[1]
¿Qué
sería el hombre sin el lenguaje? ¿Cómo podría entablar una comunicación con el otro si no existiera un código
establecido; una lengua? ¿Y él mismo, podría, mediante la introspección, hablar
del mundo? Sin duda alguna, la maravilla del habla humana tiene alcances
inimaginables, o quizás, es que pocas veces nos detenemos a pensar la función
primera del lenguaje más allá del comunicarnos diariamente. Si bien es cierto,
que por medio del proceso de la comunicación se transmiten mensajes
interminables, extensos y en ocasiones mal entendidos, se puede ir mucho más
allá. Tratemos de imaginar cómo surgen los primeros sonidos que el hombre
emitió para intentar comunicarse con sus semejantes. Claro, nos remitimos al
hombre primitivo, pasmado al descubrir que su garganta es capaz de reproducir
sonidos que jamás había escuchado. Es maravilloso pensar en la armonía que
logran los órganos del cuerpo humano. Es cómo estar presente en un concierto en
donde la orquesta sinfónica, la garganta, se vale de los otros elementos,
pulmones, cuerdas, vocales, oídos, y así, pudo articularse un titubeante
sonido, que primeramente fue gutural.
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