miércoles, 21 de octubre de 2015

Cuento "Atrapa sueños de Coyoacán"



I. La deshonra

En la Facultad de Letras en la UNAM, se encontraron por primera vez los estudiantes Inés Vargas y Diego Martínez. Ella quedó impactada por la galanura del rebelde estudiante, insinuando sus intenciones desde el primer momento en el que cruzaron palabra. Inés lo invita a ver una película de cine arte en su departamento. Y a como las palomitas fueron agotándose y el sofá pareciose cada vez más amplio. Así, empezando con una simple mirada, terminaron desbordando la pasión; uniéndose en un solo cuerpo y única alma. Inesperadamente tocan a la puerta, al abrir, Inés con poca ropa recibe a su padre enmudecida y sonrojada. Mientras tanto el ágil y valiente revolucionario sale huyendo por la ventana.



II. El juramento

Iván de Vargas, molesto por lo ocurrido, obliga a Inés a limpiar su honra, por lo cual, ella acude al encuentro de Diego Martínez, previo mensaje de whatsapp, en el centro de Coyoacán. Entre cuarzos, inciensos y atrapa sueños, con un viejo hippie sosteniendo en cada mano a los dioses Tlaloc y Quetzalcoatl, Inés obliga a Diego a que le jure que  se casaran  de inmediato. Entonces, Diego le dice que será a su regreso del viaje de la Selva Lacandona, puesto que no podría dejar de  ir a ayudar a sus camaradas que se encontraban luchando con el Ejército Zapatista. Por lo cual en un año volvería para cumplir su palabra.


III. La espera

Por fin el plazo se había cumplido, transcurrido el año, Inés esperaba ansiosamente a su guerrillero, sin embargo no había noticias de él. Todas las noches de ese año se la pasó pidiéndoles a los dioses Quetzalcoatl y Tlaloc que trajeran de regreso y salvo a Diego. Desde que partió no tuvo nunca una noticia de él. En las noticias poco se sabía del movimiento revolucionario y fue imposible comunicarse por teléfono o email puesto que siendo un lugar tan apartado la comunicación fue imposible. Así  pasaron un par de años más, hasta que un día mientras ella revisaba algunas fotos de su amado en facebook, se dio cuenta que había hecho check in en la central de autobuses de Observatorio Norte, hacía una hora, por lo que ella salió a su encuentro. Se encontraba muy nerviosa pero esperanzada, puesto que después de tantas noches de angustia y pesadillas que ningún atrapa sueños pudo disipar, se rencontraría con el amor de su vida. Al final llegó a la puerta de su departamento, tocó el timbre y fue él quien le abrió. Ella le dijo con la voz entrecortada por la emoción:
- Diego ¿por qué no me avisaste que llegabas hoy? No sabes cuántos días con sus noches he esperado volver a ver tus luminosos ojos, escuchar tu seductora voz.
A lo que Diego Martínez contesto con una congelante serenidad:
- No sé quién eres ni qué deseas en este depa, pero vengo realmente agotado de un viaje exhausto y como veo que estás confundida o perdida te pido pacíficamente que te retires.
Ante esas palabras Inés casi toca la locura exclamando un grito ensordecedor para después casi perder el conocimiento. Ante lo cual, Diego, al cerrar la puerta, le dijo a sus amigos de noches bohemias, ¡estas mujeres feministas sólo lo son de dientes para fuera, al final todas quieren lo mismo, hombres para mangonear!




IV. El desprecio

Pasaron las semanas y cuál fue la sorpresa de Inés al llegar a la Facultad, que al revisar sus nuevas materias y a sus profesores, era Diego Martínez el catedrático de Literatura Prehispánica. Ella, titubeó por un momento, pues no sabía si podría soportar verle de nuevo, frente a frente, después de que ese cobarde y mentiroso hombre le había despojado de su posesión más sagrada, su pobre corazón. Finalmente, se armó de valor y decidió entrar al aula, así, ella parada en el marco de la puerta, sintiose mirada por todos sus compañeros que sabían la historia del épico  idilio amoroso. Ella no pudo aguantar la ira que le hizo hervir la sangre y le hizo confrontar a Diego en medio de la cátedra. Le grito que era un hombre sin palabra, que no podía creer que un hombre con un espíritu con sed de justicia y lucha por el oprimido, no tuviera el suficiente valor para cumplir un juramento, en donde había entregado su palabra antes los dioses sagrados. Ante tal afirmación, los estudiantes asombrados, miraron a Diego, pero él inmediatamente negó todo de tajo.


V.  El juicio

Inés Vargas se sentía desesperada, ya no sólo la deshonra era ante su padre, ahora también sus compañeros de facultad ponían en tela de juicio su cordura y sensatez. Ante esto, Inés pensó en que el Coordinador de la carrera Pedro Ruíz de Alarcón, podría ayudarla. Ella fue a buscarlo a su cubículo y le explico todo lo ocurrido, ante lo cual él le dijo:
-¿Estás segura de todo esto que me dices Inés? Sabes que lo que me cuentas no es posible, tú sabes que Diego Martínez se ha ganado el respeto de la comunidad universitaria por el valor mostrado al pertenecer a un movimiento revolucionario que busca las condiciones de justicia entre la comunidad indígena del sur del país.
-Por supuesto que estoy segura Don Pedro, ¡le juro por los dioses que en una tarde soleada en el centro de Coyoacán, en un ambiente casi místico, Diego me dio su palabra!
- Me parece que esto tenemos que solucionarlo -dijo el Coordinador-, no podemos permitirnos este tipo de incidentes en nuestra honorable facultad. Hare llamar a Diego Martínez para que entre los 3 entablemos un diálogo sereno y con mucha buena vibra.
Así,  Pedro Ruiz de Alarcón fungió como mediador entre la universitaria y el recién graduado Diego Martínez. Una vez reunidos los 3 en un amplio y luminoso cubículo, Pedro pidió a Diego que contará su versión:
-Mire Pedro, yo la conozco desde hace tres años, casi a la mitad de la carrera pero es todo, apenas cruzamos palabra en un par de ocasiones.
Enardecida por el descredito y la falta de honor, Inés interpeló a Diego:
-¡Cómo puedes negar que tu y yo tuvimos una historia de amor! Y no sólo eso, sino que además prometiste que sería tu mujer cósmica por toda la eternidad.
Ante el exabrupto, Pedro intervino y la cuestionó:
-¿Acaso hay algún testigo de todo lo que acabas de decirme?
Entonces, Inés enmudeció, quedando perpleja ante tal cuestionamiento no sabiendo qué contestar. Por lo cual  Diego dio por terminada dicha entrevista, y ya en la puerta del cubículo ella grito:
-¡Sí, tengo testigos! Juramos la eternidad de nuestro amor frente a un viejo hippie que sostenía en sus manos imágenes  de los dioses Tlaloc y Quetzalcoatl.
Ante esa afirmación, Diego agachó la cabeza y ya no pudo negar nada.



VI. El veredicto

Así, en un domingo familiar, se encontraron en el centro de Coyoacán, Pedro de Alarcón, Iván de Vargas, su hija Inés, los compañeros de clase de ella, así como otros profesores. Otro grupo de curiosos acompañaban a Diego. Entre todos se dieron a la tarea de encontrar al nombrado anciano hippie, pues entre tantos puestos colocados en el suelo y humareda por los inciensos y otros olores conocidos pero negados por todos, fue a hasta uno de los últimos puestos que lograron visualizar al alivianado hombrecillo, muy alegre y relajado. Fue Pedro Ruíz de Alarcón quien cuestionó al hombre sobre si recordaba a Inés y a Diego, ante lo cual, el hombrecillo titubeó y se quedo pensando un rato, que se prolongo en varios minutos. Fue hasta que Diego tuvo que hablarle una vez más para que volviera de su viaje. El hombrecillo  dijo que si los recordaba y que recordaba el juramento que le hizo Diego a Inés, y en ese momento, las figurillas de los dioses emanaron por sus bocas una especie de  humo como si fuese su voz la que brotaba de su interior, sin que hubiese un incienso visible entre las figuras. Asombrados, todos los ahí presentes se inclinaron ante las imágenes por respeto a la Naturaleza que pareciese se manifestaba en una tarde donde además, después de una brisa de lluvia, estaba enmarcada por un distinguible arcoíris postrado sobre el horizonte.



VI. Conclusión

Diego tuvo que aprender a que la palabra se defiende más allá de los Caracoles en las lejanías de la selva. Además de perder la cátedra de Literatura prehispánica y enfrentarse al desempleo.  Inés asumió que las cosas en la vida no se fuerzan, y que es bueno dejar de hacer papelones correteando a los hombres. Continuó sus estudios con más ahínco y decidió no tener  ni un novio más hasta no terminar su carrera. Mientras, Pedro Ruiz de Alarcón decidió visitar cada domingo el centro de Coyoacán y comprar algunos inciensos para su cubículo, aunque hay algunos aromas que lo ponen alegre sólo que no sabe porqué

Autores:
Noemí Bonaparte Hernández
Aidé Carvajal Medina
María Gabriela Castellanos Sánchez
José Antonio Negrete Flores

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