En la actualidad
la libertad se nos presente como un derecho innegable, la mayor aspiración de
todo ser humano es poseerla para poder decidir. La cuestión es que esa libertad ya no se busca para establecer
formas democráticas de gobierno que procuren una vida justa y digna a las
sociedades, si es que de política hablamos o para establecer valores que
respeten las diferencias interculturales, si es que apelamos a la moral. Se
busca ejercitar la libertad en cosas que parecen superficiales, puesto que
creemos que la afirmamos de una manera contundente si hacemos una publicación
del estado de ánimo en las redes sociales o de una manera más gráfica, en una selfie. Consideramos una osadía revelar a
los demás cuestiones privadas de nuestra vida cotidiana. Sin tapujos hacemos check in de los sitios que visitamos,
mostramos nuestro sufrimiento, enfado, euforia, amor, odio, coraje,
indignación, sin escribir una sola palabra, basta un emoticón. Fotografiamos lo
que comemos y las mejores selfies son
las que han sido capturadas frente al espejo de la sala de baño o la recámara.
De esa manera una gran parte de las sociedades con acceso a los nuevos medios
de comunicación ejercen su libertad.
Lo anterior es hoy la máxima
expresión del egoísmo, tan distante de la concepción nietzscheana. Los actos
osados y rebeldes distan lamentablemente de la propuesta de nuestro autor
incomprendido por sus contemporáneos. Él buscaba construir al Übermensch, a partir de una disciplina
férrea e incansable para conquistar el autoconocimiento cimentado en el egoísmo
auténticamente nietzscheano, no en el individualismo exacerbado actual. Hoy, en
tiempos de penuria, la humanidad piensa poco y habla mucho, sin que ello
signifique algo verdaderamente. Heráclito de Éfeso consideraba que sus contemporáneos
iban como dormidos, con una ceguera voluntaria, puesto que para desvelar la
realidad ante sus ojos debían decidir primero ver el fuego; acceder al logos.
Así que dos milenios después, la decisión es sólo de cada uno de nosotros.
Podría venir Zaratustra encarnado y ni siquiera lo escucharíamos por toda la verborrea que nos posee. Justamente en eso
radica la capacidad del autoconocimiento; la introspección es una obligación en
tanto que la capacidad racional es propia del ser humano. ¿Qué sentido tiene
poseerla si no se ejercita? ¿Es posible valorar la fortuna de la existencia, si
no se plantea cuestionar las decisiones que deben tomarse para llegar a la
verdadera y auténtica existencia?
El Superhombre para Nietzsche es aquel capaz de conquistar la
felicidad, lo que debería de ser el fin último de la existencia humana, planteado
desde la aparición de los primeros filósofos griegos. Se puede llegar a ella
solo sí se posee la voluntad, la cual
descubrirá la verdad, la cual va más allá de los artificios construidos por la
cultura, reprimiendo los instintos propios de la naturaleza de los hombres. De
modo que el Superhombre deberá buscar
conquistar un equilibrio en donde la felicidad esté en estrecha relación con un
placer genuino por las cosas bellas, por ejemplo los buenos libros y la música
sublime. Ahora bien, esto solo puede lograrse desde la soledad del individuo;
es una labor totalmente propia. Se busca que el ser llegue a ser lo que es exaltando las pasiones más profundas
de espíritu.
Actualmente parece necesario
detenerse ante un mundo convulsionado por el vivir a prisa y por el bombardeo
de la información que es posible gracias a los avances tecnológicos. Pensar en la voluntad es términos actuales y con fines
prácticos, es buscar tener la disciplina, el arrojo y la determinación para
vivir de una determinada manera a partir de las resoluciones individuales.
Vivir auténticamente es realizar un examen prolijo de nuestros valores éticos y
morales, con el objetivo de tener claro el camino hacia donde nos dirigiremos y
que nada ni nadie nos apartará de ello. Si bien este es una labor individual,
no debemos olvidar que habitamos el mundo con
los otros, que vivimos en una
sociedad que finalmente determina nuestro contexto cultural. Contrario a
Nietzsche, no podríamos sostenernos aislados
del mundo siendo ermitaños escondidos en una montaña. No al menos, si se
busca tener una relación pacífica con los demás construyendo y enriqueciendo la
cultura. Que, aunque Nietzsche consideró a la cultura occidental como la mayor
cómplice por difundir las más grandes
mentiras como verdades absolutas, no podemos aniquilar todo y empezar desde
cero para pensar que con ello estaríamos en busca del camino hacia la verdad,
la cual, consideramos que no es absoluta igual que el autor de Ecce homo, pero el lenguaje es una
aportación innegable, resultado de al menos seis siglos de cultura en nuestro
país. Si bien, constantemente buscaremos a partir de cientos de preguntas cuál
es el camino para alcanzar la felicidad y una vida en equilibrio, solo lo
haremos a partir de las aportaciones que se han hecho y se seguirán haciendo
por siglos, y no sólo en un contexto inmediato sino a nivel mundial. Por lo que
la humanidad se enriquece, y también se empobrece, a sí misma en cuanto posee
la capacidad de relacionarse con los demás seres humanos que la hacen ser.
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