La idea de
concebir la vida humana como un proyecto en constate construcción plantea
diversas preguntas. La primera podría ser si el hombre puede llegar a saber con
certeza cuál es el camino que debe tomar para poder lograr un objetivo
previamente visualizado. Por lo que la verdad se presenta como la directriz que
permitirá lograr construirnos poco a poco. La cuestión que Nietzsche nos
presenta es que la verdad ha sido un
ideal marcado por la cultura occidental, con lo cual se refiere a que la verdad
es una ilusión que ha cegado la vida de los hombres por siglos. Las verdades
absolutas actualmente no tienen cabida, ya que constantemente la ciencia en
conjunto con las diversas disciplinas humanas,
hacen aportaciones y modificaciones respecto al mundo y a quienes lo
habitan. Las verdades son parciales y temporales, pero sobre todo cada uno debe
poseer el temple para tomar decisiones y construir su existencia. Lo importante
es poseer un espíritu arrojado, con coraje, fuerza, esto es con voluntad. ¿Qué caso tiene vivir sin
poseer el coraje de aprovechar la fortuna de venir al mundo?
De lo contrario, estaríamos en
el concepto nietzscheano, décadent, el
cual es descrito como el espíritu que se asume como débil, humilde, compasivo,
temeroso. La cobardía es una gran limitante para asumir la existencia. Con ella
no se posee el control ni la autonomía, puesto que se está sometido. En este
sentido nuestro autor nos dice que es tan artificialmente racional que provoca
que los hombres olviden sus instintos y contradigan su naturaleza. Es una
afirmación osada, ya que la moral predominantemente cristiana ha sostenido que
la compasión y preocupación por el prójimo deben ser las directrices de la vida
humana para alcanzar la paz espiritual. Sin embargo, el egoísmo será
fundamental para el pensamiento de Nietzsche que desarrollará en todas sus
obras. Ese elemento que hoy no nos parece lejano puesto que el individualismo
es el elemento primordial para entender a la mayoría de las sociedades postmodernas.
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