martes, 20 de octubre de 2015

¿Qué piensan los jóvenes? Sobre la familia, la escuela, la sociedad, sus pares, el sida, la violencia y las adicciones

Este documento es el resultado de una serie de entrevistas realizadas a jóvenes de diferentes edades y estratos sociales. Se trató de un estudio cualitativo basado en entrevistas con jóvenes en diversos grupos. Los criterios de edad y estrato social fueron los determinantes para agrupar a los entrevistados. El objetivo fue recoger información no basada en datos cuantitativos, en extensión, sino datos en profundidad, a la manera de los cultivos intensivos, donde el terreno puede ser escaso pero los resultados sorprendentes si se hace uso de técnicas y herramientas adecuadas para lograr buenos productos. La posibilidad de llegar a conclusiones confiables se funda en la cualidad de la información obtenida. El estudio solicitado tenía como objetivo producir un material utilizable para orientar en la definición –y consecuente implementación– de estrategias para informar, organizar y movilizar a jóvenes en torno a temas y problemáticas de importante incidencia actual en sus vidas. De manera explícita, los temas referidos a la salud eran el blanco central sobre qué investigar. Particularmente, sobre aquellos que hoy despiertan más preocupación, como sida, adicciones, violencia, alcoholismo, accidentes y embarazo precoz. Sin embargo, más allá de estos intereses concretos, la investigación tenía objetivos más complejos, a saber: cuáles son las percepciones de los jóvenes sobre ellos mismos y sobre sus circunstancias vitales. Con frecuencia, el principal problema a abordar junto a los jóvenes no es tanto la falta de información con relación a determinados temas (información que uno puede anticipar como menor o ausente en estratos



1. ¿Qué, por qué y cómo? en una investigación sobre jóvenes
sociales muy bajos), sino más bien el hecho de que aun teniendo conocimientos acerca de estos temas, ellos resultan ineficaces para modificar los comportamientos. Se ha comprobado que, aun teniendo conocimientos suficientes, los jóvenes, en la práctica, no modifican aquellas conductas catalogadas como de riesgo para sus vidas. El ejemplo paradigmático de nuestros tiempos es el sida, cuya vía privilegiada de transmisión son las relaciones sexuales y cuyas medidas de precaución resultan conocidas (fundamentalmente el uso de preservativos). Sin embargo, el fracaso reiterado en lograr que estas medidas de protección sean puestas en prácticas ha dado origen a preguntas prioritarias: ¿es posible alterar las prácticas sexuales que conllevan riesgo de transmisión?, ¿de qué manera lograrlo?, ¿cómo inducir a los comportamientos necesarios e imprescindibles para la prevención? En principio, se decidió confrontar a los jóvenes con la información y las formas de comunicación de dicha información ya existentes. A partir de esto, se procedió a evaluar conjuntamente las dificultades que ellos visualizaban con relación a la prevención de aquellas patologías evaluadas como “zona de riesgo” para la salud de los jóvenes. Determinar si las dificultades están en relación con los escasos conocimientos sobre los diversos temas o si son el producto de otras causas. Definido este principio conceptual de llevar a cabo las entrevistas con los jóvenes, convocándolos a pensar conjuntamente estos temas, se presentaron cuestiones centrales por definir. Una primera cuestión era determinar ¿qué? preguntas realizar a los jóvenes. Para definir esta cuestión, se pensaron preguntas a partir de ubicar dos coordenadas orientadoras de las entrevistas. Por un lado, enfocar las preguntas en torno a la relación de los jóvenes con el mundo de los adultos, eje en sentido vertical, ya que contempla la diferencia generacional. Por otro lado, se pensó un eje en sentido horizontal orientado a investigar las relaciones de jóvenes con otros jóvenes, sus pares.

Luego, determinamos como siguiente paso la demarcación sobre qué acontece con estas dos coordenadas en los diversos mundos de jóvenes, y se dirigieron preguntas de indagación respecto de diversos aspectos de la sexualidad pero desde una perspectiva amplia. Y, recién entonces, se pasó a abrir preguntas referidas a aquellas patologías o problemas relevantes que dieron origen a esta investigación, esto es adicciones, sida, accidentes y violencia.

Sexualidad desde una perspectiva amplia, ¿qué decimos con esta frase? Está referida a múltiples situaciones que no implican necesariamente en forma directa u obvia la sexualidad genital pero que ponen en juego diversas vías para procurar placer. Imaginemos un grupo de personas compar tiendo una fiesta o una opípara y deliciosa cena o la lamentable escena de un grupo de prepúberes intercambiando una bolsa con Poxiram para as pirar . En estas situaciones prima fundamentalmente la búsqueda de placer , aun sin ponerse en juego la sexualidad genital. Procurar placer y evitar displacer indudablemente es un principio organizador de nuestra economía psíquica. Pero este principio puede tomar formas perentorias , ir reflexivas, impulsivas de búsqueda de placer cuando, en realidad, sólo se manifiestan como un desesperado intento de evitar o escapar de sensaciones o situaciones de displacer. Los jóvenes se ven confrontados a múltiples situaciones externas o íntimas que conllevan dolor, displacer, sensaciones que no saben cómo “tramitar”. Por eso, resulta importante investigar desde esta perspectiva de la sexualidad, sexualidad en tanto búsqueda de placer , como otro ordenador en los intentos de encontrar respuestas a las preguntas de origen de este estudio.

Decimos “intentos de encontrar res puestas” para destacar que nuestra pretensión no se centró en encontrar respuestas “de una vez y para siempre” o definitivas. Se decidió indagar con los jóvenes convocados en las entrevistas grupales acerca de ¿cuál y cómo es la relación de los jóvenes con el placer, su satisfacción, su frustración, sus límites, sus posibilidades, sus sí o sus no? Para dicha investigación, las preguntas recorrieron las dos coordenadas nombradas anteriormente y consideradas fundamentales en todo desarrollo de la subjetividad: relaciones con los mayores, figuras de autoridad (eje vertical) y relaciones con los pares (eje horizontal). Así determinamos que resultaba importante investigar cuáles eran los puntos de resistencia, cuestionamiento o aceptación de las campañas de comunicación social respecto de estos temas que preocupan. E insistir en reconocer aquellos aspectos más vulnerables de las campañas de prevención ya realizadas, fundamentalmente las dirigidas a prevenir el sida y las adicciones. Otro punto a indagar, solicitado especialmente porque el Unicef está interesado en pensar acciones concretas para este grupo etáreo, fue observar cómo visualizan los jóvenes una organización de “jóvenes para jóvenes” alrededor de temáticas que les preocupan a ellos.

Simultáneamente a estas últimas preguntas, se formularon otras preguntas con la intención de encontrar respuestas sobre qué tipo de organización o coalición de instituciones podría tener ventajas o posibilidades para convocar a los jóvenes. Convocatorias a acciones o proyectos centrados en los jóvenes “para ellos y de ellos”, donde los jóvenes sean quienes tengan el rol protagónico en un trabajo de “ellos con ellos”.

Pero ¿por qué? “estas” preguntas. Decir por qué una investigación se aborda desde determinada perspectiva y no desde otra significa dar cuenta del marco conceptual del cual se parte.
Marco conceptual del cual partimos esta investigación se realizó mediante entrevistas a jóvenes de no más de 19 años, por lo tanto, claramente encuadrados en ese tiempo vital que en nuestra cultura denominamos adolescencia.* Sin embargo, es preciso decir que abordamos este estudio refiriéndonos fundamentalmente a jóvenes y no a adolescentes . Adolescentes, etimológicamente, remite a crecer , pero también a padecer , adolecer y carecer , a diferencia de “joven, juventud” que, según el diccionario, es: “edad que empieza en la pubertad y se extiende hasta la edad adulta. Primeros tiempos de alguna cosa. Energía, vigor, frescura”. Incluso refiriéndonos a situaciones complejas y conflictivas de los jóvenes, siempre es importante tener en cuenta la presencia de los aspectos vitales y promisorios de la juventud. En cambio, un riesgo a tener en cuenta cuando decimos adolescentes es que el imaginario social, colectivo, promueve deslizar el significado hacia “adolecer”, lo que da lugar a la aparición de uno de los peligros más frecuentes cuando los adultos intentan aproximarse a los jóvenes. Ellos pasan a ser “hablados” desde el mundo adulto como sinónimo de: conflicto, problema, adolecer, dolor, insuficiencia.

Es innegable que nos enfrentamos a nuevas circunstancias sociales que no debemos desconocer, las cuales señalan a los jóvenes como magníficos (por bellos y vitales) pero a la vez como malditos (por peligrosos, violentos, conflictivos). Actualmente, en reiteradas ocasiones, en medios de comunicación, diarios, programas de televisión, radio y en ámbitos científicos, nos encontramos con una inquietud legítima de formular que postula que “la adolescencia dura cada vez más tiempo”. Pero ¿cuáles son las razones? Los hechos que determinan el posible retar do en el inicio de la adultez, edad de madurez biopsicosocial, llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a prorrogarla desde los 21 hasta los 25 años. Ahora bien, cuando los adultos dicen adolescencia, los “adolescentes” ya saben o imaginan qué aspectos respecto de ellos se remarcan, exactamente los de inmadurez e insuficiencia, y esto crea un abismo en la comunicación.

Contrariamente, el tiempo de crecimiento implica crecer y, de ningún modo, un menos. Indudablemente, el desafío al que nos enfrentamos es saber cómo hablar a los jóvenes y no hablar de los jóvenes. Joven, púberes, adolescentes… Más allá de ser una etapa biológica, es una etapa de la vida, con atributos de diversas y dispares significaciones, valores y duración temporal según cada cultura y cada sociedad, particularidades del momento histórico, etc. La adolescencia, en principio, es considerada una etapa de transición entre la infancia y la adultez, durante la cual se completa la madurez biológica, se consolida la identidad y se camina rumbo a lograr independizarse de la familia.

Un aspecto significativo del ser joven en estos tiempos de nuestra cultura es la extensa duración de los tiempos de dependencia que se da en gran parte de los jóvenes. Sujetos indefensos, “infantes”, en tanto todavía necesitan de un Otro para sobrevivir. Escribir Otro con mayúscula remite a que no se trata de cualquier otro. Cuando un bebé llega al mundo es un organismo viviente que encierra en sí las posibilidades de desarrollo y despliegue de potencialidades inherentes al ser humano, sin embargo, aún le falta un largo recorrido. En tanto humanos, somos sujetos parlantes e insertos en una cultura, en una sociedad. Dependerá en forma absoluta del entorno y de los cuidados que el bebé recibe, que este desenlace de humanización acontezca. Un perro, un gato o cualquier otro animal seguirán con todos los caracteres de su especie con absoluta independencia del medio. Los instintos imponen un patrón de conductas e impulsos. Por el contrario, la cría humana necesita radicalmente de un Otro parlante y de un medio social para concretar su proyecto de “humanizarse”. Con sólo asegurar las necesidades biológicas, el entorno no resulta suficiente para que avenga un sujeto pleno.

El bebé precisa de un Otro complejo, que no sólo atienda sus necesidades como organismo viviente sino que también le hable, lo cuide, lo acaricie, le enseñe. En definitiva, de otro que le transmita el complejo sistema de la cultura. Le es necesario ese Otro, del cual depende para sobrevivir como organismo pero que, simultáneamente, le posibilita llevar a cabo en forma efectiva, concreta, su constitución como sujeto. Es la emergencia de un sujeto que forma parte de determinada comunidad cultural (a la cual pertenece), aquella que lo ha albergado y con la cual se identifica. En la medida que el niño crece, necesita de nuevos aspectos de ese Otro del cual depende, entre ellas, que el Otro ejerza funciones de autoridad, de autoridad, de transmisión de la cultura, de enseñanza y, también, que imponga límites cuando sea necesario, límites a ciertos excesos en tanto el niño aún no sabe o no puede o no quiere auto ejercerlos. Seguirá siendo niño, púber, joven, adulto, aprendiendo no sólo a desenvolverse en el medio social sino aprendiendo, también, cómo tomar cuenta de sí mismo: de sus deseos, amores, miedos, frustraciones, etc. Mientras tanto, necesita de otros que sean significativos para él, que lo cuiden, protejan y enseñen. En comparación con otros tiempos de la historia de Occidente, la sociedad actual extendió el tiempo durante el cual se es considerado joven/adolescente. A partir de los 18 años un joven está en condiciones de obtener su emancipación anticipada, pero sólo si él y sus padres o tutores concuerdan al respecto. Los 21 años es la edad determinada por la legislación argentina para definir al joven como un adulto pleno de derecho y autonomía. Esto significa que, hasta los 21 años, los padres o tutores no pueden eludir legalmente su responsabilidad sobre el joven a su cargo, a menos que el juez de menores así lo disponga. En la práctica, este período de la vida, definido por un singular encastramiento entre dependencia y autosuficiencia, tiene límites difusos (la OMS extendió este período hasta los 25 años). Esta vertiente de dependencia con frecuencia es negada o desconocida por los jóvenes.




 Un joven, a medida que crece, necesariamente amplía su radio de acción y, por lo tanto, se enfrenta a nuevos riesgos, aun cuando carece de adecuados mecanismos para su autoprotección . Hasta hace relativamente poco tiempo, donde más se extendía la duración de este período de la vida era en los estratos medios y altos de la sociedad. Esta extensión tenía el sentido de dar tiempo a la formación y los estudios. Propuesta de prepararse para un buen destino como profesionales, de ser parte de la dirigencia del país o de integrar grupos económicos, entre otros proyectos. Hoy, una nueva realidad se impone: el desempleo que posterga por razones menos felices la inclusión de los jóvenes de clase baja a la vida productiva y autosuficiente del mundo adulto. Así aumenta la masa de jóvenes sin posibilidades factibles de autonomía. Transformarse en adulto autónomo implica un lento aprendizaje, un progresivo ingreso a la cultura.

En el contexto descrito, entendemos por cultura una organización social con valores, ideales, permisos, prescripciones y proscripciones. Por un lado, permite y ofrece pero, simultáneamente, también limita y restringe. Durante la infancia, la función de ley, ley que ordena y organiza al niño en sus relaciones con los otros y con él mismo, es ejercida por sus padres o sustitutos. Poco a poco, otras figuras irán cumpliendo esta función y al mismo tiempo el niño, transformándose en joven, se va apropiando, a su manera, de esa función de límite y así construye sus propias alternativas. En momentos constitutivos de la subjetividad de un niño, la generación que le antecede, progenitores o sustitutos, tiene una función primordial, de la misma manera que la sociedad en la que está inmerso, con sus valores éticos, de justicia, ideales, transgresiones, injusticias, etc. Es ese eje de diferencias generacionales que definimos, al inicio, como relaciones en sentido vertical. Otro eje vincular fundamental del sujeto es dado en sentido horizontal, constituido por relaciones fraternales, con pares. Justamente algo importante en la vida de los jóvenes son sus pares, puntal esencial que llega a tener importantes funciones sustitutivas, y todavía más fundamental cuando los referentes mayores fallan o están ausentes. En general, la vida de un joven evidencia cómo, en la medida que se adentra en su juventud, más presencia e importancia ocupan sus amigos, los de su misma generación. Los jóvenes se encuentran con cierta frecuencia en situaciones de riesgo y peligro. Estas situaciones desconciertan a los adultos, quienes, preocupados con esta “peste” que es ser joven, se plantean ¿cómo cuidar de estos cachorros humanos con estos particulares perfiles de indefensión? Particulares, porque a diferencia del niño que quiere y demanda ser protegido por los adultos, el joven necesita y busca, en su camino de devenir adulto, construir escenas propias, fuera de la mirada de padres o sustitutos.



El niño en su metamorfosis en joven se diferencia y se separa de sus padres. Precisa encontrar o construir escenarios propios donde modelar una forma singular de ser, de estar con los otros y consigo mismo. Ahora bien, la construcción de este “estar fuera” de la escena del Otro de los orígenes, progenitores o sustitutos, llevada por deseos de separación puede empujarse a situaciones límites, hacia los bordes. Y, en este necesario movimiento de “irse fuera de…”, se pueden encontrar males como el sida, la violencia, las adicciones e, incluso, la muerte. Por el contrario, la comunidad, su entorno social, puede ofrecer a niños y jóvenes escenarios, alternativas que les permitan constituir un límite inteligente que sirva de “borde”. Es aquí donde entendemos que se deberían insertar los proyectos pensados para los jóvenes. Las entrevistas cualitativas grupales se pensaron, justamente, con la intención de recoger información y de visualizar con ellos “de qué manera” y “cómo” trabajar con jóvenes. En cuanto a la metodología implementada para alcanzar los objetivos proyectados, programamos entrevistas con jóvenes teniendo en cuenta al llevarlas a cabo el inducir y buscar en todo momento su participación activa. Una idea directriz para armar las entrevistas se centró en crear espacios grupales, conforme a modalidades propias de los grupos de jóvenes, pero donde ellos perciban que son escuchados y que también pueden escuchar a otros. Si son escuchados y se escuchan, será posible que en otros momentos puedan constituirse en agentes activos de mensajes para otros jóvenes, pero emitiendo mensajes sentidos como propios y no impuestos. Imaginando la construcción de un proyecto participativo de “Jóvenes para jóvenes”, jóvenes capacitándose y capacitando a otros, se enfocaron las entrevistas grupales cualitativas como etapa inicial experimental. Desde esta perspectiva, la evaluación final confirma que resultaron altamente eficaces. Durante el transcurso de las entrevistas, los participantes produjeron valioso material, tanto por la información que aportaron como por las abundantes ideas que dieron para armar futuras actividades de capacitación. Así resultó una interesante experiencia de trabajo con jóvenes. Lo fructífero de estos encuentros posibilitó definir ¿cómo? trabajar con ellos cuando ésa sea la propuesta. Las entrevistas grupales aportaron ideas y maneras creativas para encontrar posibles organizaciones de jóvenes. Organizaciones no para sino de, en las cuales participen jóvenes con roles activos y donde se asuman como sujetos sociales con deseos de ser solidarios.

Este estudio se abordó de acuerdo con los tres ejes ordenadores ya mencionados: sexualidad, relaciones verticales (de cuidados y autoridad) y relaciones horizontales (con pares). Los objetivos planificados se dirigían a responder cuestiones como las siguientes:
• Cuáles son las actitudes, percepciones, ideas y valoraciones de los jóvenes en relación con el otro sexo y el propio, con las adicciones, la violencia, los peligros. Temores. Cuáles son las prácticas efectivas respecto de tales temas: “¿alguna vez…?”, “¿conocen a alguien que…?”, “¿y ustedes mismos…?”.
• Cómo y cuáles son las relaciones de camaradería con los pares, las imágenes de autoridad reconocidas por los jóvenes en contrapartida con las autoridades cuestionadas o no aceptadas. Quiénes o qué son sus ideales. Lugar de los ídolos. La música y los conjuntos de rock. Con quién/es se identifican. A qué se sienten pertenecer. Dónde, con quién/es y cómo se divierten. En qué ubican el sufrimiento. Actitud frente a la muerte y los riesgos. Esperanza/desesperanza. Confianza/desconfianza en ellos mismos, en los pares, en la sociedad. Presente y futuro. Proyección vital en el tiempo.
• Saber qué mirada tienen los jóvenes sobre las temáticas enunciadas. Maneras no efectivas de protegerse en contrapartida con maneras de protección indicadas como efectivas, y ver las prácticas concretas a que ellos se “exponen” si las hay. Razones de discrepancia entre “saber y hacer”.
• Conocimiento que poseen sobre el sida y otras enfermedades de transmisión sexual, sobre adicciones, tabaco, alcohol y drogas.
• Confrontar y evaluar con los jóvenes la validez y el grado de confiabilidad de la información que ellos reciben. Qué evaluación de eficacia realizan sobre las diversas campañas de comunicación existentes en el país.
• En conjunto con los entrevistados, evaluar qué visualización tienen los jóvenes de los medios de comunicación, de los comunicadores sociales y de las organizaciones comunitarias.
A partir de la información obtenida, determinar cuáles son los roles y las funciones posibles y deseables para que desempeñen los adultos en un programa o proyecto dirigido a este grupo poblacional.

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