Educando juntos
No podemos perder de vista que educar no es fácil. Hacerse
cargo de uno, dos o tres niños es una de las tareas más estresantes con las que
un adulto puede encontrarse. Y no es culpa de nadie (ni de los niños ni de los
adultos).
Simplemente debemos estar pendientes las 24 horas del día de las
necesidades de las personas que tenemos a nuestro cargo, y eso es duro, entre
otras cosas porque normalmente somos responsables de otras muchas tareas.
Sin
darnos cuenta, esa tensión puede provocar más de una discusión entre los
miembros de la pareja, haciendo tambalear la relación más consolidada. Por eso
es importante que seamos conscientes de las dificultades, que entendamos que el
niño va a cambiar y que también lo vamos a hacer nosotros y que en todo este
proceso la unidad de criterios y la estabilidad de los padres van a ser de gran
ayuda.
Uno se siente mejor si está acompañado, si se siente apoyado. Ante la
paternidad no podemos lavarnos las manos y decir que dar de comer es cosa de
mujeres o que ya se encargará el hombre de poner orden cuando el niño se porta
mal. Tanto el padre como la madre deben tener la misma autoridad ante sus hijos
y desempeñar las mismas tareas para atenderles.
Está claro que puede haber un
reparto de funciones: que uno de los dos se en cargue de preparar las comidas,
de estar pendiente de la ropa, de acudir a las entre-vistas del colegio... pero
que ese reparto no dependa del sexo ni recaigan todas sobre la misma persona
(al menos de una forma no consensuada).
Es esencial estar disponible para
atender a los niños en la medida de las posibilidades (fundamental-mente del
tiempo disponible que deje el trabajo) y no dejar que sea el otro el que se encargue
de todo alegando que tiene más habilidades.
Recuerda la responsabilidad es de los dos.
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