El término “estilo
de aprendizaje” se refiere al hecho de que cuando queremos aprender algo cada uno de nosotros utiliza su propio
método o conjunto de estrategias. Aunque las estrategias concretas que
utilizamos varían según lo que queramos aprender, cada uno de nosotros tiende a
desarrollar unas preferencias globales. Esas preferencias o tendencias a
utilizar más unas determinadas maneras de aprender que otras constituyen
nuestro estilo de aprendizaje.
Que no todos aprendemos igual, ni a la misma velocidad
no es ninguna novedad. En cualquier grupo en el que más de dos personas
empiecen a estudiar una materia todos juntos y partiendo del mismo nivel, nos
encontraremos al cabo de muy poco tiempo con grandes diferencias en los
conocimientos de cada miembro del grupo y eso a pesar del hecho de que
aparentemente todos han recibido las mismas explicaciones y hecho las mismas
actividades y ejercicios. Cada miembro del grupo aprenderá de manera distinta,
tendrá dudas distintas y avanzará más en unas áreas que en otras.
Las
diferencias en el aprendizaje son el resultado de muchos factores, como por ejemplo la motivación, el bagaje
cultural previo y la edad. Pero
esos factores no explican porqué con frecuencia nos encontramos con alumnos con
la misma motivación y de la misma edad y bagaje cultural que, sin embargo,
aprenden de distinta manera, de tal forma que, mientras a uno se le da muy bien
redactar, al otro le resultan mucho más fácil los ejercicios de gramática. Esas
diferencias sí podrían deberse, sin embargo, a su distinta manera de aprender.
El concepto de los estilos de aprendizaje está
directamente relacionado con la concepción
del aprendizaje como un proceso activo. Si entendemos el aprendizaje como
la elaboración, por parte del receptor, de la información recibida, parece
bastante evidente que cada uno de nosotros elaborará y relacionará los datos
recibidos en función de sus propias características.
Los distintos modelos y teorías existentes sobre
estilos de aprendizaje lo que nos ofrecen es un marco conceptual que nos ayuda
a entender los comportamientos que observamos a diario en el aula, cómo se
relacionan esos comportamientos con la forma en que están aprendiendo nuestros
alumnos y el tipo de actuaciones que pueden resultar más eficaces en un momento
dado.
Pero la realidad siempre es mucho más compleja que
cualquier teoría. La forma en que
elaboremos la información y la aprendamos variará en función del contexto,
es decir, de lo que estemos tratando de aprender, de tal forma que nuestra
manera de aprender puede variar significativamente de una materia a otra. Por
lo tanto es importante no utilizar los estilos de aprendizaje como una
herramienta para clasificar a los alumnos en categorías cerradas. Nuestra
manera de aprender evoluciona y cambia constantemente, como nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario