Los lingüistas sincrónicos
tratan de relaciones estructurales constantes, los diacrónicos de fenómenos que
varían y se desarrollan en el tiempo, la unidad estructural del lenguaje puede
ser estudiada y examinada de dos maneras y aparece en el aspecto material y en
el formal, manifestándose no solo en el sistema de las formas gramaticales sino
también en su sistema fonético.
El carácter de una lengua
depende de ambos factores , pero los problemas, pero los problemas
estructurales de la fonología fueron descubiertos mucho más tarde que los de la
síntesis o la morfología. En 1818 R.K.
Rask mostro que las palabras de las lenguas germánicas guardan una relación
formal regular en cuestión de fonética con las palabras de otras lenguas indoeuropeas.
Cada lenguaje posee una
estructura propia, tanto en un sentido formal como material, al examinar los
fenómenos de distintas hablas encontramos tipos divergentes que no pueden ser
subsumidos bajo un esquema uniforme.
Cada lenguaje posee un
sistema de fonemas y sonidos distintivos, sin embargo resulta muy difícil
responder a la cuestión de que signifique realmente en forma individual un
lenguaje.
La gramática y la lógica se
concebían como dos ramas diferentes del conocimiento pero que tenían el mismo
objeto, en cuanto a las lenguas latinas, estas no pueden expresarse
adecuadamente con los términos y categorías usuales en la gramática.
La variedad de los diversos
idiomas y la heterogeneidad de los tipos lingüísticos se ofrece en una luz muy diferente según se los considere desde un
punto de vista filosófico o científico .El lingüista goza con esta variedad ya
que se sumerge n el océano del habla humana sin esperanzas de tocar fondo .En
todas las épocas la filosofía se ha movido en dirección opuesta. La moderna
lógica simbolica sigue la misma tendencia pero aunque se realizara este
propósito una filosofía de la cultura la cual tendría que enfrentarse.
El lenguaje humano se basa
en ciertos elementos constantes y recurrentes de nuestra experiencia sensible
.Sin semejantes recurrencias no tendríamos punto de apoyo para nuestros
conceptos lingüísticos, pero la
combinación o separación de los datos preceptivos depende de la elección libre
de un trama de referencia.
No existe un esquema rígido
y preestablecido con el arreglo al cual tendrían que llevarse a cabo de una vez
por todas nuestras divisiones y subdivisiones.
Ni siquiera en lenguas muy
afines y que concuerdan en su estructura general encontramos nombres idénticos.
Como señala Humboldt, los términos griegos y latinos para designar la luna, no
expresan, aunque se refieren al mismo objeto, la misma intención o concepto.
El nombre de un objeto no
encierra pretensión sobre su naturaleza; no está destinado a ser o a ofrecernos la verdad de una cosa. La
función de un nombre se limita siempre a subrayar un aspecto particular de una
cosa y, precisamente, de esta restricción y limitación depende su valor.
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