La hojarasca fue la primera novela que
escribió Gabriel García Márquez en el año de 1955. A pesar de haber recibido
excelentes críticas la mayaría de los ejemplares se quedaron en bodegas. Justo en
esta novela, Gabriel mencionará por primera vez el pueblo de Macondo, el cual
será el lugar en donde se desarrolle la segunda novela, “Cien años de soledad”,
traducida a más de 37 idiomas. Macondo será un lugar imaginario que intentará
ubicar geográficamente en Aracataca, su pueblo natal. La obra de nuestro autor
estará impregnada por la corriente literaria del realismo mágico.
A lo largo de la novela Gabriel García
Márquez nos lleva a un lugar mágico, valiéndose del recurso del narrador
omnisciente en tres voces distintas logramos visualizar un pueblo lejano; como
si fuera un lugar por donde se detuvo el tiempo. Este por cierto, es un recurso
del que se vale para darle suspenso y dosificar la verdad de cada personaje,
sin que esto signifique que en todo momento se nos diga todo sobre los
personajes. Hay preguntas que no son respondidas. Elementos fundamentales que a
él parecen no significarle una necesidad por resolverlos. Poco a poco, durante
los 11 capítulos iremos sabiendo asuntos del pueblo y sus habitantes, ya sea
pasados o presentes. Los cuales significan una gran sorpresa para el lector. La
novela lleva un ritmo lento, seguramente con la intención de introducirnos en
el tiempo que trascurre en Macondo. Recurre también a las metáforas impregnadas
por el realismo mágico.
La creación de una atmosfera impregnada por
la magia que logra transportarnos al tiempo más originario, la creación. En
cada una de sus líneas nos lleva a un sitio impregnado por la nostalgia de los
tiempos idos, que parecían ser mejores. Vemos no sólo las ruinas de un pueblo
después de que la compañía bananera, que provocará un avance y estabilidad
económica, abandonara ese lugar. También vemos la decadencia del espíritu en
cada uno de sus habitantes, que parece, arrastran su vida en la miseria común.
Los adultos y viejos se perciben enfermos de amargura y desesperanza. En
cambio, los que más jóvenes y los niños, gozan la vida con las cosas más
simples. Aprecian el mundo por ser lo que es y no por desear que fuese de otra
manera.
En cada uno de los personajes se puede
interpretar el conjunto de valores que cada uno posee. La diferencia de estos
hace que la convivencia entre ellos dé lugar a los distanciamientos y poco
involucramiento emocional. Cada uno de los personajes principales guarda para
sí lo que piensa del mundo y de los otros. Y cargan con un pasado ya se
propiamente construido o heredado. Los rencores y sinsabores conforman sus
memorias, determinando de alguna manera sus acciones. El amor no aparece como
un valor primordial; ni amor al prójimo ni entre la madre y el hijo. Parece que
el lazo que suele unirlos, es el deber ser, en tanto que existe un lazo
consanguíneo. O quizás el amor sea evocado y planteado como posible sólo en
años pasados. Este padecimiento se percibe en todos los personajes. Sería el
amor el motor o impulso que permitiría que los habitantes de Macondo tuviesen
más fuerza y voluntad ante la vida misma. Pero parece que es una afectación que
ha provocado un gran malestar: la atrofia.
Esta novela provoca una reflexión no sólo sobre
el estilo literario de su autor, sino también cómo se desenvuelven las
relaciones humanas. Las preguntas que quedan sin responder le permiten al
lector inventarles una respuesta. Crear una historia determinante para algunos
de los principales personajes. Eso dependerá de la inventiva que cada lector
posea.
Hipatia Teon
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