viernes, 29 de enero de 2016

¿POR QUÉ LEER "LA HOJARASCA"?





La hojarasca fue la primera novela que escribió Gabriel García Márquez en el año de 1955. A pesar de haber recibido excelentes críticas la mayaría de los ejemplares se quedaron en bodegas. Justo en esta novela, Gabriel mencionará por primera vez el pueblo de Macondo, el cual será el lugar en donde se desarrolle la segunda novela, “Cien años de soledad”, traducida a más de 37 idiomas. Macondo será un lugar imaginario que intentará ubicar geográficamente en Aracataca, su pueblo natal. La obra de nuestro autor estará impregnada por la corriente literaria del realismo mágico.
A lo largo de la novela Gabriel García Márquez nos lleva a un lugar mágico, valiéndose del recurso del narrador omnisciente en tres voces distintas logramos visualizar un pueblo lejano; como si fuera un lugar por donde se detuvo el tiempo. Este por cierto, es un recurso del que se vale para darle suspenso y dosificar la verdad de cada personaje, sin que esto signifique que en todo momento se nos diga todo sobre los personajes. Hay preguntas que no son respondidas. Elementos fundamentales que a él parecen no significarle una necesidad por resolverlos. Poco a poco, durante los 11 capítulos iremos sabiendo asuntos del pueblo y sus habitantes, ya sea pasados o presentes. Los cuales significan una gran sorpresa para el lector. La novela lleva un ritmo lento, seguramente con la intención de introducirnos en el tiempo que trascurre en Macondo. Recurre también a las metáforas impregnadas por el realismo mágico.
La creación de una atmosfera impregnada por la magia que logra transportarnos al tiempo más originario, la creación. En cada una de sus líneas nos lleva a un sitio impregnado por la nostalgia de los tiempos idos, que parecían ser mejores. Vemos no sólo las ruinas de un pueblo después de que la compañía bananera, que provocará un avance y estabilidad económica, abandonara ese lugar. También vemos la decadencia del espíritu en cada uno de sus habitantes, que parece, arrastran su vida en la miseria común. Los adultos y viejos se perciben enfermos de amargura y desesperanza. En cambio, los que más jóvenes y los niños, gozan la vida con las cosas más simples. Aprecian el mundo por ser lo que es y no por desear que fuese de otra manera.
En cada uno de los personajes se puede interpretar el conjunto de valores que cada uno posee. La diferencia de estos hace que la convivencia entre ellos dé lugar a los distanciamientos y poco involucramiento emocional. Cada uno de los personajes principales guarda para sí lo que piensa del mundo y de los otros. Y cargan con un pasado ya se propiamente construido o heredado. Los rencores y sinsabores conforman sus memorias, determinando de alguna manera sus acciones. El amor no aparece como un valor primordial; ni amor al prójimo ni entre la madre y el hijo. Parece que el lazo que suele unirlos, es el deber ser, en tanto que existe un lazo consanguíneo. O quizás el amor sea evocado y planteado como posible sólo en años pasados. Este padecimiento se percibe en todos los personajes. Sería el amor el motor o impulso que permitiría que los habitantes de Macondo tuviesen más fuerza y voluntad ante la vida misma. Pero parece que es una afectación que ha provocado un gran malestar: la atrofia.
Esta novela provoca una reflexión no sólo sobre el estilo literario de su autor, sino también cómo se desenvuelven las relaciones humanas. Las preguntas que quedan sin responder le permiten al lector inventarles una respuesta. Crear una historia determinante para algunos de los principales personajes. Eso dependerá de la inventiva que cada lector posea. 

Hipatia Teon

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