miércoles, 27 de enero de 2016

EL REBOSO DE MI ABUELA

Siento como el frío me corta la cara, mientras el sol no otorga ningún tipo de calidez que me haga sentir más cómoda. Tengo guantes en mis manos pero las siento congeladas. Uso gorra, chamarra, pantalón y debajo unas mallas, además uso dobles calcetas. Pero aun así, no siento mis pies. Estoy asustada porque creo que han desaparecido, no puedo caminar. Me quiero quitar el guante para corroborar que si tengo los dedos en mis manos. Mi abuela me dice que no lo haga porque me dará más frío. ¿Acaso se puede tener más frío cuando ya no sientes los pies ni las manos aunque los veas? Sólo tengo 4 años y creo que mi cuerpo ha desaparecido; creo que no puedo llorar porque mis lágrimas están congeladas. Mi abuela se da cuenta de mi sufrimiento y me abraza. Avanzamos unos pasos y veo que el reboso se le resbala del rostro, me baja de nuevo al suelo, se acomoda las bolsas y me envuelve en su reboso. Debemos andar como 500 metros para poder llegar a la parada del camión. Escucho su respiración agitada mientras pienso que en ese rancho hace mucho frío, tanto que desaparece el cuerpo. Estoy segura que eso no pasa en ningún otro sitio, qué bueno que tengo a mi abuela para que me de calor y haga que mis pies y dedos de las manos aparezcan nuevamente.



Hipatia Teon

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