miércoles, 27 de enero de 2016

VARIANTES DE LA NARRACIÓN EXPRESIVA (mito, leyenda)

VARIANTES DE LA NARRACIÓN EXPRESIVA (mito, leyenda)

MITO

En los principios de la humanidad, un mito tenía por finalidad explicar la razón de diversos hechos, la existencia de animales, fenómenos naturales, dioses, el origen del hombre o de un pueblo.
Los mitos son creencias que los hombres de las culturas antiguas elaboraron para resolver sus dudas, ya que en ese momento histórico no contaban con los conocimientos suficientes para resolverlas de manera científica; por ello creaban explicaciones que les parecían lógicas. El mito les proporcionaba una justificación, tanto del porqué del orden en el planeta y en el universo, como de la razón del aspecto físico, papel y lugar de todo en el universo que conocían. Los mitos son creencias inmersas en la cultura de una civilización.

Comenta la lectura del mito anterior y contesta lo siguiente:

1) ¿Qué trata de explicar?

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EL ZOPILOTE

Mito maya

En cierta ocasión un príncipe ofreció un banquete con ricos

manjares. En cuanto el zopilote vio las mesas servidas, dio aviso a

las demás aves para que aprovecharan aquella pitanza. Acudieron

y, atropellándose, en un santiamén lo devoraron todo. Pero en eso

vinieron los guardias y las aves alzaron el vuelo y se escondieron en

el bosque. Por confiar en sus alas, el zopilote se retrasó, cayó

prisionero y así pagó por las demás. Los guardias lo pintaron de

negro, le raparon la cabeza y lo condenaron a comer carne podrida

y así vive hasta hoy.

Emilio Abreu Gómez, Leyendas, y Consejas del Antiguo Yucatán, México,

Ediciones Botas, 1961. p. 64

2) ¿Te parece justo el castigo?

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LA LEYENDA

La leyenda es un relato de sucesos tradicionales y maravillosos basados en un acontecimiento real.
Una leyenda puede contener mitos además de hechos históricos reales o muy parecidos a lo que fuera la realidad.
Gran parte de los personajes de la leyenda son fantásticos: dioses, espíritus, animales increíbles, héroes y seres majestuosos, que casi siempre habitan en lugares extraordinarios; se les adjudican hazañas imposibles de realizar para un ser humano.
Las leyendas son relatos creados por los pueblos de acuerdo con sus propias ideas y creencias; esta es la filosofía de los pueblos, es su manera de pensar y conocer.

LA MATLACIHUA
El origen sobrenatural de muchos fenómenos que escapan a toda interpretación lógica, ha llegado a aceptarse colectivamente. Basta que los mismos sustenten su contenido en las entrañas de la tradición para que creamos en ellos a pies juntillas.
Tal certidumbre nos lleva a consignar la historia de la Matlacihua: ente diabólico con apariencia de mujer que, a altas horas de la noche, aparece a los deambuladores y enamorados, atrayéndoles con las redes de sus encantos para después castrarlos y abandonarlos en algún despoblado o en la tenebrosa lobreguez de algún barranco.

La veracidad de esta historia corre entre los vecinos de la lejana villa de Talea, donde se dice que sucedieron los hechos.
Seco y encanijado, Chema León, protagonista de lo sucedido, iba envuelto siempre en la cobija, como si un frío intenso y continuo lo amortajara.
Paseaba a solas por las calles tortuosas del poblado, rumiando la pesadumbre que le dejó en recuerdo su aventura con la Matlacihua.
No quedaba ya ni sombra de aquel garrido mozo de otros tiempos, una especie de Don Juan indígena, no mal parecido y no escaso en mañas para rendir fácilmente corazones y voluntades de las doncellas, en la penumbra propicia de los cafetales, sin reparar jamás sus honras. Nunca podría haber imaginado ese mozo la deplorable condición a que habría de reducirlo su atrevimiento.

Ello aconteció en la noche que sigue al día de la Asunción, en aquel tiempo en que administraban los señores Jefes Políticos y Chema León desempeñaba el cargo de “topil” en el ayuntamiento.

Poco después del mediodía se había recibido en Talea un comunicado urgente del jefe Político de Villa Alta. El comunicado debía hacerse llegar a las autoridades municipales de San Juan Yaée. Chema León fue el encargado de llevarlo.

Tomó su jorongo y se lanzó cuesta arriba. Contra los cálculos que había hecho, el regreso lo hizo ya tarde pues la espera de la respuesta en el Ayuntamiento, la obsequiosidad de los amigos y el espectáculo de la feria, alargaron su permanencia en Yaée.

Así, a las once de la noche Chema León todavía trotaba por el camino solitario, bañado por la luz azulosa de la luna.

Llegaba ya a las primeras casas de la villa cuando, al volver un recodo, percibió a un lado del camino, sentada sobre una piedra, la silueta de una mujer.

Vestía de largo, toda de blanco, y lucía una abundante cabellera que cubría su espalda. Al paso de Chema, la mujer procuró sustraer el rostro a la mirada inquisitiva del mensajero.

Chema León quedó intrigado. ¿Quién podía ser a tales horas? Se detuvo, indeciso. No sabía si acercarse o proseguir su camino cuando la mujer volteó hacia él su rostro con una risa explosiva:

- ¡Jaaa...jaaa...ja! ¿No me reconoces, José María?

-¡Cómo! ¿Eres tú, Petrona? ¿Qué andas haciendo por aquí?

-Vine a traer leña. Mi padrino tiene gasto en su casa y tengo que ayudarlo.

¿Me acompañas?

-¿Leña? Pero... ¿A estas horas?

-¡Cómo que a estas horas!.... ¿Dónde te has metido, pues, para no darte

cuenta que estamos ya en la madrugada?

-¡La madrugada!... ¿Sería imposible? ¿A tal grado lo habían perturbado las

tres jícaras de tepache que se había tomado en Yaée ? El canto estridente de un

gallo, desde una casa próxima, pareció corroborar aquella afirmación. Sin

embargo, estaba seguro de que a lo sumo serían las doce de la noche. ¡ Qué

extraño ! Además el canto de aquel gallo no vibraba con la jubilosa exaltación de

quien anuncia un nuevo día, tenía algo de siniestro. Su estridencia percutía como

si fuese la hoja de puñal rasgando las entrañas de aquel silencio.

Accediendo a las insinuaciones de Petrona, y con los pecaminosos

pensamientos de esa oportunidad tanto tiempo deseada, Chema León echó a

andar detrás de ella hasta internarse adentro, muy adentro, en el monte. Ya en el

fondo de un tupido breñal rodeado por hoscos y agresivos peñascos, la engañosa

apariencia de Petrona inasible por más que la había perseguido para lograr sus

lúbricos deseos –de repente cobró la satánica belleza de su forma real, soltando

una risa diabólica y dejando entrever, bajo la falda ligeramente arremangada, sus

rugosas patas de guajolote.

Atemorizado, quiso huir, pero en el pánico las piernas se resistían a todo

movimiento.

Quiso gritar, demandar ayuda, pero sólo pudo barbotar un ronco e

inarticulado gurguiteo.

Tras un poderoso esfuerzo para sobreponerse pudo lanzar un

entrecortado - ¡Jésus me ampare! - y comenzó a tartamudear un viejo salmo

bíblico:

-¡El señor... es... la ... forta...le ...zaaa...míaaa... !

Nuevamente el terror le oprimió la garganta, impidiéndole continuar.

Frente a él, la maléfica aparición reía. Se mofaba de su imposibilidad para

proseguir las oraciones:

-¡No sabes rezar José María!... ¡Joo...jooo...joooo! Mira yo sé la oración

mejor que tú: “El señor es la fortaleza mía y el objeto de todas mis alabanzas...

Porque él ha sido mi salvador...”...Jiii...jiii...jiii!

La risa de la mujer resonaba multiplicada en la tétrica soledad de aquel

paraje. Tal fue el pánico de Chema ante sueco estridente, y ante la ineficiencia de

su rezo, que cayó sin sentido, en los instantes en que las primeras luces del alba

ahuyentaban la maléfica presencia.

Algunas horas después, dos mujeres que se habían internado en aquellos

parajes en busca de unas yerbas para infusión, descubrieron desvanecido al “topil”

e informaron a las autoridades de su hallazgo. Las autoridades procedieron a

trasladarlo al pueblo, donde Chema León vivió rumiando por el resto de sus vidas,

su encuentro terrible con la Matlacihua.

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